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--425- nas, fábricas, humo. ¡Oh los yanquis...,.! Al día siguiente com– pré el diario y no había en él nada de lo que yo había dicho al periodista, el cual aseguraba qne yo le había expresado que la ciudad me parecía la mejor del orbe, que el arte estabaade– lantadísimo, que ellos ei·an los mejores músicos del mundo y sus mujeres las más hermosas ele la tierra. L os y anquis.... .Jo que son nnos.. ..... En cuanto á. su trato personal, me atengo al parecer de su antiquísimo amigo ~fackenzie que le retra.ta de ruano maestra en estas cuatro pinceladas: •Facilidad natural, gracia expontáoea, sin jactancia de su ta– lento, ni rpenosprecio hacia sus admiradores, sin conciencia de su nivel artlstico, nada de afectación en sus modales, correctísimo con amigos y desconocidos, sencillo en sus apreciaciones, domina– dor de si mismo en las con traricdades, sin doblez en sus ofrecimien– tos, infantil en sus aficiones, juguetón en su vida privadit.• De la festiva acogida que reservaba para sus dispendios excesivos e) contra~iempos económicos, da idea la anécdota si– guiente: •Un artista muy apreciado del público madrilel\o refería en cierta o0asión que babia coincidido, uno de los afios últimos en cier– ta fonda de una ciudad del Nor te de EspMia, cionde también se hospedaba Sarnsate; la fondista quiso cobrar al gran violinista tambien en g1·ande, y le presentó Jac•rnnta á rn.zón de cincuenta du.– i·os diarlos de hospedaje. Sarasate, que jamás se dió por molestado en cuestiones de ocha– vos, tiró de car tera, pngó sin lit menor molestia, y despidiéndose son riente, Ja dijo: •Vaya, adios,, señorn; me voy á tocar el vio– Jin...... para usted.• (De •La Ciudad de Dios.)> La fantasía periodística ha intentado no pocas veces, com– pitiendo con la de Sarasate, rodear á éste de extraíías é impre– sionantes aventuras: entre ellas ha corrido como verídica la de la pérdida de 20.000 duros, experimentada pol' Sarasa.te en los EE. UU. Fiel á mi decidido propósito ele no dar cabida en estas ".Memorias ,, más que á los hechos comprobados, omito aquel supuesto contratiempo. (a) No eran tan pródigos los em– presarios antaño, ui Sfl oyó á Sarasate jamiís hace1· relato ni alusión de tan sério contratiempo. Del repetidamente citado en este libro, Dr. Neitzel, son también las apreciaciones siguientes: (a) Se ha dieho que al ir Don PabJo á rea1ízar en New..York un cheque de esa sum11. el ailo 1870, la casa de banca que habia de pagarle se hallaba en quiebra y que el poteedor del docu– meol<> de crédito habíase quedado eio percibir ni un solo dollar.

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