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-421!- · la orilla. del mar, qne constitufa el más sed11ctor embeleso <le aquel hombre todo espiritual. (a) Anécdotl\s innumerables de su vida corroboran hasta. la saciedad, aquella manera de ser siempre alegre y festi,·n, utili– zando el calumburg de un modo ingenioso é incr.sante, aprove· chanclo algunas candideces de sus contertulios, 6 ntilizando ca– suales ocasiones como le sucedió en una antigua capital de provincia espafiola, no muy dada al divino ai-te, ó poco armo– nizada con la diosa fortuna: Anuncióse en la ca.pita) aludida un concierto á Jo;.; precios habituales, y se habían vendido escasas localidades á la hora de dar comienzo aquel, por cuyo motivo decidió Don Pablo suspender la audición y ma1·charse al clia siguiente; llamó, apenas levantado, á un barbero; y ét>te, comunicativo como todos los del gremio, se empezó á lamentar. sin conocer á su cliente, de lo ocurrido la noche anterior, calculando que por ser forastero, no participaría de la indiferencia de la localidad en oír á Sarasa.te; suponía el barbero que su cliente sería uno de tantos admiradores de la hermosi\ catedral de X y en tal hipóte!lis, decía: -Ya ve V. qué pueb)o, este: no podemos los pobres ofr Á. Siwasate porque la gente de dinero no sabe gastar unas pese– tas; yo, haciendo un sacrificio, me privaba de Jo que necesito para mis gaistos ordinarios.... ¡Pocos deseos qne tenía yo de escuchar á un artista tan grande! Y seguramente V. también habrfa aprovechado la ocasión. -Phs,-articuló Don Pablo. -Ah, vamos; V. le habrá oído ya....:. -Sí, varias veces...... -Y qué tal?-volvió á interrogar el peluquero-le habrá gustado á V. sobremanera....., - ·Phs-volvió á. articular Sarnsate. Callóse el barbero, y Sarasate nadamás dijo, hasta que ter– minado el servicio, pagó espléndidamente á aquel, le invitó á sentarse, y con serubla11te risueño y gozoso, le preguntó, mien· tras con una llavecita en la diestra se dirigía á la alcoba: - Pero tantas ganas tenía V. de oír á Sarasate? -Muchísimas: aunque yo no tuviese afición á la m1ísicll, ese hombre es una gloria n~ional que en todo el mundo hace se hable bien de nosotl'OS, y los hombres deben ser agradeci– dos. - Pues amigo mío,-dijo Sarasate saliendo de la alcoba
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