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-411- Ricardo Blnsco, que foé uno ele sus íntimos hace quince años, escribía de su amigo querido en una crónica parisien lo siguiente, relativo á esta particular condición de Sarasate: •Quién no le conoce? Qnién no le admira? Quíéu de los que han teuido la. suer te de trntarle, no Je adorn? Dotado de un tempemmento musical tan prodigioso que no pa– rece sino que Dios dijera al echarle a.I mundo •Ahí va una mues– tra de cómo tocan los ángeles cuando hacemos música eu el Cielo.• • • • • 1 • • La. epoca más feliz del afio para Saras;ite es Ja que por las fies– tas de San Fermín pasa siempre en Navi\l'l'a. Profeta en s u tierra, es recibido allí mejor que nn Rey en sus estados. Con las autorida– des loca.les, sale á recibirle la. población en masa; entre músicas y cohetes, antorchas y flores, aclamaciones y aplausos, le llevan en triunfo, le abrazan y besan, le estrujan y lehab!ancon entusiasmo y co.riiio, ese hermoso lenguaje que á través de tosca frase, deja expresarse a.l corazón. Alli finaliza su série anual ce conciertos, y entre oles y vivas, el violíu maravilloso después de lo clásico , canta lo nacional, lo po– pular, las notas queridas de la patria amada., para dormir luego en su estuche los tres meses que, excepto las horas del dia rio estudio, sn dlleflo y scflor dedica n.l necesario d~scanso, alternando las au– ras de las montafü1s con las brisas del Cantábrico, embriagántlose de aire y sol, !\.dorando lll. trinidad eternamente grabada en su co– razón ¡Pamp;on!l., Nnvarr:i, Espnfüt!•, como él mismo dijo con lá– grimas en los ojos A sus paisanos cuando el afio pasado le honra.ron y se honraron á si mismos colocando en la casll. donde nació, una lápida que pcr¡:.etúa. la fecha gloriosa. Sus continuados vh1jes no han entibiado en lo más mínimo s u fervoroso amor á la pr.tria . Español como el c¡ue más, en el más apartado rincón del mundo es tiin indispensable pnrn él, como la caja de sus dos Stradivarios (los mejores que existen, tasados ca– da uno en 10 000 duros), algo que Je recuerde la tierra nativa, yha de tener sobre su mesa, una bara.ja espaüolu, un ejemplnr del Qui– jote, •La Correspondencia,• •El Liberal• y uua cajetilla de pitillos espafioles de los de eshrnco. Tal es el a.rtista insigne que nos envidia el mundo enter o y que merece, como exclamó un ribereilo desde las alturas del gallinero del Teatró principal de Pamplona: •Que te hagan una estátua de oro.• (1893) Ricai·do BLasco. El correctísimo escritor Don Augusto M'. Olmedilla: hace resaltar en nna ilustradii revista, esta misma cualidad, 1m los términos siguientes: •No solo por ser St•rasate el incomparable artista de fama mun– dial debe enorgullecerse Espafia de haberle cobijado en su seno . Otro título tan excelso por Jo menos como aquel, tenla pa ra mere· cer bien de la. patria; y es que nadie sintió como él un acendrado

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