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-405- .se conserva admirnblementc. Su figurn npenns ha perdido arro· gnncia; el cmwpo conserva gallardin y juventud, emulando al al· nrn., que es eternamente jo,·en.·L:i. fü.tiga del continuo viajal' no Je abate, porque sus músculos par<::cen de acero. Antes le iibrumará el peso de la gloria, pródiga para Sa:·asnte como no lo fué jamás para ningún otro ar tista, porqne el gran violinista español, artista favorito de los reyes, es siempre ídolo de los públicos. El ano se dh,itle parn. s.misnto en dos periodos: nueve meses de trabajo, á tmYés de Europa, de éxito en éxito, encantando A los públicos más varios con las purísimas notas de su violín, y tres meses de descanso en San Sebastii\n, de olvido y de sosiego, de ha· ccr \'idt\ española, comiendo el cocido clásico y las patatassou((Ues de Rentería, jugando ni mús con sus amigos, y pasca11do en cómoda deshabillé vcran icg1i, lihrc de la. tirnnh del frac y de la etiqueta. Estos tres meses de vida sencilla y oscura compens::i.n á Sarasate, cspnllol castizo, do los nueve meses de fatign., de viajar continuo, de agitación in<~esantc, y Je dan margen para saborear los triunfos alcanzados ~n la peregrinación desde las orillns del Bidason. A las del TAmesis y el Neva. Durante los meses de verano, el insigne violinista es en San Se· bnstián una de las grandes figuras que nunca faltan. Se le suele ver en el BouleYard, on la Concha, en el Gran Casillo, siempre contempladas 0011 simpa1 la sn arrogante presencia y su abundante cabellern artística, ébano n.yer, nieve hoy, dando sombra á un ros· tro siempre joven, en el cun.l destacan dos gra11des ojos miopes. Sin embargo, su vida es algo relrnída; por J;\S rnu.fürnas no sale de su casa., y se dedica A trncer ~imnasia., por las tardes dn.111.rgos pa. seos á pié, solo casi siempre; después trnbnja; por la noche no fal– ta al Casino, luciendo alguno de los ricos bastones de su valiosa colección.• P ero las precedentes transcripciones son puntos de vista generales y no bastan á fundamentar el juicio personal que liemos a11tepnesto y sintetizado; y como nuestra aspiración es que esos rasgos ya esbozados no parezcan hijos del apasio– nnmiento, vamos á analizarlos uno á uno, con objeto de que el retrato proyectado para este capítulo no quede reducido á la categoría de incoloro diseíio. Defectos.....Virtudes.....Ciertamente exceden ~stas á aque– llos, aunque no faltaron los primeros. Y quien carece de ellos? Precisa.mente el mt'tsico, por exceso de sensibilidad que su pro– fe:>ión le impone, es el ser más propenso á manías y rarezas, á determinadas anornialid;\des. Así puel>l, estas, como todas las demás inclinaciones y g ustos, antipatías y aversiones, doman· dan Rhora nuestro anñlisis. Hombre d gido consigo l'l;lismo, tenía sin embargo un alma infantil, coruo lo revelan no pocas de sus anécdotas, y muchas de sus cartas inse1·tas en este libro; sin que, ni por asomo, que– pa atribuírsele carácter altanero, como erróneamente ha qneri·

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