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- 400- y enmedio de esa familia artística, Sarasate á _qnien quieren y res– petan tanto franceses y alemanes, rusos é italianos, belgas y ho– Jnndes~s o-:tc., etc. Oiro seria vanidoso y se daría aires de protec– ción; pero nuestro compfüriota es feliz de verse entre los suyos, y su casa es un verdadero hogar del arte. A cado. nuevo \'iaje aumenta el número de las nuécdotns; las de este invierno son de primer orden. Allá van un par de ellas: l.• Va una noche á tocar al Palacio Re.il, en Inglaterra. Toda Ja fii.milia reinante Je agasaja; se cou\'ida á lo más florido de Ja Corte. E l Duque de Edimburgo, quetoeael violín, le consulta sobre una piez1', de concier to y le ruega que Ja ejecute.- No t~niendo Ja partí.tura..... observa Don Pablo.-Yo Ja tengo, dice el Duque.– Espere V; voy á traerla.-Y mientras vuelve, Ja Reina Victoria re– comienda a l artista descanse uuos mi1~utos: Sarasa.te pasa al salón inmediato en cuyo ceutro hay nn velador muy grande, y sobre es– te un voluminoso álbum lleno de preciosidades artisticas; el artis– ta coge el album; pero se lo deja escapar de las manos y merced al pulimento del suelo, va resbalando hasta oculhirse debajo del ve– lador. P1iblo, pimi reponer á su Jugar el álbum· tiene qnc agachar– se, pero no basto. por que está lejos de sus manos y es forzoso in– ternitrse debajo del velador, quedR.ndo completitmente oculto por el tapete. En ese preciso momento vuelve el Duque de Edimburgo con su cuaderno de música; no ve á nadie; pasa al salón grande; tampoco encuentra á quien busca; interro¡ra, le dicen que habrá salido, le buscan el Duque, el Príncipe de Gales, otros personajes, á tiempo qne Sarasate asomo. tímidamente l<t cabeza por entre los pliegues del tapete... .. y el Príncipe de Gale$ se fija en él. ... Cal– cúle!;e la situación cómica.... El Principe tuvo risa para ocho días. · ~-· Lo ocurrido en Amsterdam es más f antástico todavía: Recorría In ciudad en cornpai1ia de Otto; llegan á una plaza donde se estaba celebra11do el remate de varia8 panidas de pesca– do, a l por mayor. Un gra n corro de gente y en medio un sclior ha– ciendo la subasta Samsate y Otto, á quienes no interesa el asunto, no se fijan en él; se \'uelven de espalda y se van fija11do en los edi– ficios .- Ve V aquella torre?·--dice Sarasate-Está erigida por los espalioles hace mAs de dos siglos. .... y al decir esto, apuntaba con el bastón en a!to, á Ja esbeltii tone. Los concurrentes al remate del pescado que bastii entonces ha– blan alborot..-iclo mucho, cnfüwon repentinamente, á tiempo que el hombre que dirigía aquella operación , se acerrn á Sarasate y etí lengua holandesa le dicc:-Para V. Don Pablo no le lrn.ce caso: se dispone á reanmlar su conversá– ción, pero \'arios de los individuos i:lel corro le repiten Ja frase– Para V. -Pero para mí, qué? ¿Q.ué <'Seso para mi? - Que ha de ser? Los seis cestos de pescado que ha comprado usted. -Para qué quiero yo tanto pescado? ¿Y qué be de comprar yo eso? Ni pensarlo. Explicáronle que había levantado en a.lto el bastón, lo cual es Ja sefial de que se ofrece Ja cantidad que el pregonero anuncia; de suerte que sin saberlo se babia quedado en pública subasta con
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