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-394- 1 ia, á la conversación y al comentario de cuanto da de sí la actualidad. Nada tan distraído cual escuchar á Sarasate el relato pin– toresco de las aventuras más culminantes <le sus viages, con el acentuado estilo parisien que pvsee á maravilla. P~ra calculat· el atractivo de estas narraciones, no ha de olvidarse qne D. Pa– blo ha hecho sonar su Stradivarins en todas las ciudades de importancia de este viejo continente; ha pisado todas las salas de conciertos y escenarios del mundo, y ha acudido á las sun– tuosas moradas de todos los reyes y soberanos; y si á esta circunstancia se agrega la condición de perspicaz ob~ervador, que apesar de sn miopía le caracte1·iza, se deducirá cuanto in– terés alcanzan los manojos de 1·ecuerdos, las colecciones de anéc· dotas, los relatos de costumbres y de los ofrecimientos ele blan– cas manos, las que le hubieran obligi\do á convertir sus públi– cos conciertos en música de camera. La casa, el domicilio, no es factor indiferente á qnien pre– tenda conocer algunos rasgos psicológicos de su morador: una sola vez se preocupóSarasatede su vivienda: en elotoño de 1884, y hay que reconocer que aquel vehemente deseo de ver sn ca– sa amueblada por uno de los más renombrados mueblistas, (a) más bien obedece á uno de tantos caprichos ó vehemencias de carácter, que á un proyecto de confort ó ambición ele lujo. . . Así pues, las habitaciones de D. Pablo constituyen un ver– dadero museo artístico, que además de coleccionar tesoros de arte, evoca perfectamente las distintas etapas de aquella inter– minable carrera artíst.ica. Guiándonos su amigo l\fr. 'I'abemier, Yeamos sob1·e una consola el lllagnífico album guarnecido de oro que la Sociedad de Conciertos de Madrid le dedicó años atl'as en testimonio de gratitud; entre los Diplomas de honor encontra1:emos el de . la Asoci.ación musical de Ba1:celona y el de la Sociedad de c nar• .t_etos de B~lonia; á continuación y en lugar preferente .el libro .de adhesión ~e su querido Pamplona, expléndido obsequio de la ciudad en que nació, la que cuando recibe su a111,1al visita. le agasaja y festeja sin tasa, desmintiendo el proverbio "nadie es profeta en su tierra,,. De Pamplona es también un precioso cuadro que pende en uno de los ángulos y mantiene vivo el recuerdo de la Ciudad querida, representando al fondo las murallas y las torres; en primer término un puente sobre el Arga, y entt·e éste y aque- (a) Et gran \Vis.shler fué quien pintó la •avh:eri111, circunatancia que eleva de un modo nota· ble el valor de Aquel mobiliario. · ·

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