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-387- municipal D. Agapito Goñi, y comisiones de casinos, prensa etc. La Oomisión municipal vestía de toda etiqueta, cou lns in– signias, porque te1·minada la función religiosa de la octava de San Fermín minutos antes, no había tiempo para mas que desde la Iglesia dirigiri1e á, la estación. Don Pablo, á quien siempre habían despertado atención las cadenas espléndidas con que crnzan su pecho y las pre– ciosas medallas que en el ojal de la solapa del frac ostentan nuestros ediles, se fijó con detención entonces en esas insig– nias, y como el Sr. !rujo adivinara que al insigne artista le complacería poseer una de las medallas, en el acto se la ofre– ció en nombre <lel Aylmtamiento. Aceptada que fué, el mismo artista se la colocó en el ojnl de su americana, r con ella en aquel lugar, llegó á las nueve de la noche felizmente á Villa Nasarra. A su hora. partió el t1·en 1 despnés de tlespedirse muy afa– blemente Don Pablo uno por uno de todos los presentes, que tl'ibutaron aplausos y vítores al hijo predilecto, hasta perde1·se de vista el tren. - -:o:- - Silenciosas 1·egresaron {~ Pamplona las comisiones: no enm esperanzas de nuevo retorno, como otras veces, las que en su pecho abrigaban; ernn temores, recelos,.... ¿quién sabe? ¡Desgraciadamente aquellos vítores eran los últimos que bajo la espaciosa marqnesina había de escuchar el Sobe1·ano del Arte, el Bey del violín, el Hijo idolatrado de la infortunada lruiia ! ¡Umín distinto ho.bfo. de ser el aspecto de los cubiertos an– denes, setenta díns más tarde! ¡cuán diferentes las manifesta– ciones populares! ¡Cuán lúgubres las notas que allí resonarían pronto, al ve– nir el cuerpo, inanimado para siempre, del preclaro artista, del hijo preferido de Pamplona!
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