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- 300- cu 11 cl arias y principales, atendiendo en fin con solicitud y re– comendando con su indiscutible autoridad pormenores y de– talles que á su magistral dominio no podría pasar desaper– cibidos; esto justifica aquella frecuencia con que él hablaba y escribía, "nuest1·os he1'11IOSOS conciertos,, iil referi1·se á los qne bajo su patronato se celebraban anualmente en i.:et vats <le los foros brai·os y los Strndivarius cansados,,, como dice en una de sus cartas. En España y por distinguidos aficionados que no llega1·on á concmrir á estas solemnidades mnsicales, ha existido la creencia de que Saraaate no venía á Pamplona mas que á to– ca1· la jota; vamos á dar como cierta, por un instante, suposi– ción tan errónea¡ y qué, ¿acaso una, la peor de las jotas de sn repertorio, no eran motivo de admiración y aplauso? Sarasate ejecutaba todas las iotas españolas, como también el. zQl·lzi<X> y la muiiieira y seguidillas y malaguetias y peteneras y todos en fin, los aires populares que son el mayor lenitivo de este pue– blo ante sus iufinitas desventuras: pues ni en Málaga se ha dejado de aplaudir frenética la Jota escuchada á Sarasatc, ni en Navarra la Mttii'leira, ni en Coruña las Seguidillas, ni en Se– villa el Zol'tzico enskaro, tan distinto de sus clásicos cantares, por la misma razón que en toda Espaua nos hemos deleitado con las Habaneras á porfía seductoras que le hemosesc'n<'hado: y por el mismísimo motivo que Europa entera y todas las Américas han aplaudido con el más frenético de los ent.usins– mos, absolutameote todos nuestros aires populares; y en fin, por idéntica cansa que en España hemos gozado escuchándole los Aires escoceses y Bohemios, las Polonesas, las Danzas ltú11gci– t·as: las Canciones eslavas etc. 1 etc. ¿Acaso el arte mnsical es tan pequeño, que lo vamos á hacer regionalista? Mas volviendo á Ja realidad, y para testimoniar qne Sara– sate no solo daba á conocer en su pueblo nativo é idolatrado l?s más selectos dones de su mágico Stradivarius, sino que re– servó con frecu encia para sus hermosos conciel'tos de Pamplo11a, (como él mismo los calificab11.) las primems audiciones de sus obras favoritas, voy {L insertar á continuación los títulos de algunas de las ejecutadas po1· el sin par violinista en los trein– ta años últimos ante sus queridos paisanos¡ y hago abst1·acción de las propinas que supe1·aban á lo prowetido siempre, porqne tenía placer en prodigarse aquí sin regateos, con espléndida condescendencia, en términos superiores á lo que acost11mbra– ba en otros puntos, de lo cual pueden testificar compatriotas y extranje1·os á millareii.

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