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- 299- A sí pues, á nadie pocln\ so1·prendcr que entre tod3s las sa– tisfacciones gozadas por Sarasate, fuese preponderante la visi– ta anllal al pueblo de sn naturaleza: tocias las páginas de este libro podrían llenarse con testimonios ele su puílo y letra en pró de esa afirmación, especialmente en la segunda mitad de s11 existencia; esos testimonios podían robustcccr.~e con la evo– cnción de mil y mil manifestaciones suy:1s ,·e1·bales en el mis· mo sentido; y á mayor abundamiento, lo confirman las mu– chas y deslumbradoras contratas que sin ,·acilar desechó el genial Artista, por no privarse de concurrir ñ su ciudad natÍ\•11, en los días r¡ue csla viste sus g·alas y celebra sus tr11.dicionales ficsh1s, con gra11 concurso de gentes que;\ ,·cces la lrnn dado nspecto de pueblo cosmopolita. No se deduzca de esta circunstancia qne Sarasate elegín esos días por ser lQS de mnyor di,·ersión y e~pnrcimiento para el 1\nimo, puesto que él estaba ya harto de vcr las poblaciones más bellas y numerosas del mundo, y snturado de contempla1· los más variados y espléndidos festejos públicos, en grados ta– les de concurrencia y derroche, que esceden en mucho á. los que Pamplona había de ofrecer á su contemplación; autes pot· el contrario, Sarasa.te esperimeutaba molestias materiales de muchos órdenes d urnnte su permanencia en el pueblo nativo; se imponía dispendios de cuantía; se privaba ele descansar en puntos de su agrado, como "Villa Navarra,, en los años {1Jti– mos, y San Sebastii\n nnterionuente. El generoso cna.nto inspirado Yiolinista Ycnía con singufar deleite en esa época, porque es la ünica en qne Jos na.vanos se congregan en g ran nnmcro, y entonces podía pro·– digarse y prodigarnos las inefables dulzuras, lns incomparables armonías de su Stradivm'Ílts; y público y notorio es en esta · capital cúan profunda indignación le produjo el consejo de cierta persona que le incitó tÍ i:e11ir sin i;iull11 á lo:; tradicionales y populares festejes del mes de Julio de 1907 . E s de ver cuánto cela y cuánto esmero, es de recordar el esquisito cui·– dado, la preocupación constante que dedicaba Sarasate todo el nffo, mientras iba de triunfo en trinnfo por el mundo, ~\ los conciertos rnnsicales de Pamplona, ora adquiriendo pnra ellos obras selectas de los más célebres mn.estros, ora estudiando modernas produecionei; ó demandándolas á compositores re– uombrados, para tocnrlas por primera vez ante sns que1·idos paisanos, ora cuidando de mejorar el instrumen~l, tan pronto escribiendo sus consejos para la ~jecución de los programas, como asistiendo á los ens11.yos de los conciertos, igual que el í1ltimo de los ej ecutantes, supliendo siempre deficiencias se-

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