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- 255- ".;riticos? ¿Qué encomios, qué alabanzas pueden dedicil.rsere si cuantos ba11 debido juzgnrle los hnn agotfl.do todos? ' ¿Buscaremos en él dPfectos'? ¿Pnm qué? si no tiene niuguno. ¿Pr ecisar emos St1s méritos?. Tarea i11útil, porque los posee to– dos. Si á algún ser buorn.no IE1 fuese dado alcanzar lfl. perfección absoluta, este ser s ?ri11 inLludablernen te Sar asate. Y es ·q uc no pue– de d:nse ya llll máo; allá de lo que él consigue. ¿Y con que lo con– sigue? con un simp'e violín, el instrumento que quizás r equiere más estud io; el más dado á defectos de ejecución; el más primoro– so; vulgar por lo man oseado, y sublime solamente cunndo se posee por completo. Comprenderiilse p~rfcctarnente que Jos inteligent: s, los que se han dedicauo con alguna insistencia á esc.udrifüw los r esortes y fas dificul Jades del instrumento escogido por Sarasate para elevarse sobre el nivel de los demás hombres, se entusiasmarnn por él y Je lle\"ltrnn en tri u11fo de una parte á. otr a, porque los que se bailan en tal caso, compr enden mejor lo que significa esa afinación sitl!mpre in tachable; esa ausencia. constante de todo arrastre y de todo-amaneramiento; ese ataque siempre fino y delicado; esn. uni– formidad de sonido que parte del bordón para remontarse á las notas mús agudas, veci1rns al puente, en Ja. cuerda p1·ima; esa. pastosidad que no puede compnro.rse con Ja. de otro inst rumento ninguno; ese don especittl pnra nsemejarse ii casi todos; esti. agili– dad vertiginos1i, no producida jamás á cspensas de la claridad y la limpieza; csn. fuerza de arco imponderable, capaz de produ– cir son<'s q110 convierten fitcilmente el vio~in en un r obusto \'inlon– cello, siu menoscabo de su redondez; esas cromáticti.s t.rn pree;isus que r equieren frccucntC's cambios de posición y que, á pesar de ello, no denotnll janu\s la" menor cliscrepnncia; esos admirables ar– mónicos que p;\l'ecen imposibles, no ya salamente cuando apare– cen sueltos y ú gran distancia entre un P< lso.je r egular de arco, ya por lo que cuesta conseguirlos paralargoscantabiles; esos fragmen– tos á doble cuerda y esas combinaciones de notns de arco con los pizzic:atos, de efecto sorprendente; ese don en íJn, con que Dios ha dotado á Sarasate para. hacer del violín el i11strumento más po6ti– co y mái; arrebatador. Compreudemos qu<i todo esto sea motivo de admiración para los que por sus estudios puedan compr enderlo y · aquilatarlo. Lo que no tiene tan fácil explic-ac-ión es el arrel: >il.to , el frenesi por Sarasate que demuestran hasta los que ban de juzgarle sola– mente por la i mpresión de mome1lto, los qne hacen depender todo éxito de lo que s!ente el corazón, 1fo de lo que analiza la cabeza. Y es que Sar{lsate, que posee todas las condiciones que a.cnbamos de r esellar, para tormento de hi crítictt que se alimenta de censu– ras, tiene un poder irresistible parn. subyugar á su auditorio. Y esto es ya afiejo; y porque es nsi, nadie extrnfió anoC'he que, au 11 con umi tormenta como pocas se dC'sencadenan en nnestras liititudes; co11 1111 cielo cubierto de ameuazadort>:>= nubarrones, alumbrados por un incesante relampagueo; sin cesar un solo mo– mento el horrísono c•stampido del trueno, fuese11 eu gran 11ú111ero
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