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-248- la descripción de aquel acto del "H eraldo de Aragón n del día siguiente: ..A las diez de la noche, unos cuantos chupinazos anunciaron la serenata, cuando habla congregado numeroso público en Ja plaza de la Constitución. A los estampidos acudió mucha mi\s gente, hnsta el punto de que hubo de interrumpirse la circulación de coches y trnnvias por aquel lugar. Trabajo y no pequefio costó á Jos agentes r.ontener al público para que no i11vadi<~ra el cuadro formado por los músicos. Una avalancha de cn.rne humana; gentio inmenso, se pisaba y estrujaba diiic™1ando en absoluto el tránsito por In. Amplia viti, cuando el maestro Hijar empufiaba la batuta. La banda de Aragón tocó muy bien varias composiciones. Siguió en el turno la música del Hospicio. Los jóvenes músicos también merecieron aplausos por su esme– rada cooperación en Ja fiesta. Muy bien el maestro Borobio. Cantó después el Orfeón, é interpretó magistralmente la jota la r ondalla de 'rremps. El público, entusiasmado, aplaudió frenéticamente á la ronda· lla y á la notable cantante Julia Blasco. Olmos, entre otras, las siguientes coplos. Tienes el alma de nrtista y el corazón de baturro; tienes las dos condiciones mejores que hay en el mundo. La rondalla se despide porque se va hacit\ndo tarde, dando un viva á los navarros y oLro viva á Sarasatc. Haclt1 tiempo que no escuchábamos la j:>ta vigorosa, vibrant<.', genuinamente aragonesa que oímos anoche. ¡EstAbamos tan can– sados de jipiosl 'l'erminada la serenata se repitieron las ovaciones entus'astas á Sarasa.te, que se vió obligado á salir al balcón muchas v.ece~ para saludar al público. • L a prensa navarra dió cuenta del reg1·eso de Za1·agoza en los términos que " ºY;\, transcribir, y fué de aplaudir sn opor– tuna discreción no aludiendo ni estado inquietante en que se encontraba Don Pablo: hnrto significntivo era que Sarasate, tan ncostumbrado á largos ,,¡ajes, se viera precisado á dividir en dos joma.das la distancia de Zarngoza á Bianitz¡ y no me– nos el hecho de que deseando saludarle en todas las estaciones multitudes que le victoreaban desde los andenes, no se movie– ra de su asiento para asomarse á corresponder á esas muestras de cariño, quebrantando su inveterada costumbre de cortesía y afabilidad, rendido ante la impotencia Hsica que le invadía; véase ahora la aludida. transcripción:

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