BCC00R42-6-180000000000000000

-246- vía resuenan eu mis oídos los acentos tle vuestra músic1:1: de esos artísticos poemas que a.vara saborea el alm11. con sus de– leitables murmullos de sonora escncin; con sus notas vibrantes de célico acorde; con sus tiernos clamores de plácida ilusión, cobijada en el régio alcázar del sentimiento mágico. Yo os saludo, y extasiado adormezco mi alma suavemente mecida al unísono compás de los latidos de vuestro violín. Hccibitl, Sr. Sa1asate, junto al homenaje de la Ciudad, el testimonio de 1::ntrañable afecto que os ofrecemos con esteban– quete que en unión vuestra. presidimos las Autoridades, y en el que toman parte representaciones de entidades oficiales y par– ticulares con lo más escogido de nuestra sociedad . Llevad este recuerdo en el corazón, puesto qne del corazón p¡wte nuestro agasajo, y la honra que con este testimonio os ofrecemos, compartidla con vuestros paisanoi:, muy amados nuestros, y á quienes envidiamos la gloria de vuestro nacimiento. Y á mi señora Doña Berta, que suma sus triunfos á los de Don Pablo Sarasate, contribnyendo con sn maravillosa ejecu– ción á hacer más notable el conjunto, ofrezco todos mis respe– tos, y como la flor, embleml\ de la hermosura, es el agasajo más d~licado para una dama, deposito, señora, en vuestras ma– nos esta rosa de the, suave de colol', de aroma exquisito. y que os rnego acepteis como ofrenda l'Cspetuosa de todos los aquí presentes. · P nra terminar, sei'íores, levanto mi copa en honor de Pam– plona, nuestra Ciudad hel'mana, cuna del eminente artista Don Pablo Sarasate, seguro de que nnda ha de agradarle tan– to como este 1·ecuerdo cariñoso á su cindnd nativn. n Una comisión de distinguidas dnmas de Zaragoza visitó á S11rns11te pal'a interesarle se dejara ofr en el templo del Pilar; y con grnndísima contrariedad de Don Pnl>lo que tan"to y tan generosttmente se ha prodigado en s11 vida, que jamás se ha– b ía negado á drmnndas de esa índole, qne fué siempre galante con el bello sexo, y que goznbfl. recibiendo esas peticiones poi· el place1· de acceder á ellas, tuvo, sin duda poi' vez primern en su larga carrera, que ma11ifestnr su imposibilidad¡ y aunque, enemigo de extel'iol'izar su malestar físico, t.'ln solo se justificó con el ejemplo de lo sucedido en Madrid los <los años qne toc6 el Adagio de Bruch en San Isidro, altel'ándose el órden fuerte– mente dentro y fuera del templo, la verdad es qne su decai– miento material le impedía en absoluto soportar ya la impre– sión y t1·abajo de nuevas audiciones, como así lo reconociel'on· t odos sus compai'ieros de aquel memorable viaje.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz