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-228- ni un instante el biu·ullo. De pronto se presentó un caballero de aspecto m::ijestuoso, quien tal \·ez Jle,·aria ::ilguna representación oficial; y dirigiéndose al violinista prévios ademanes <iratoríos de reclamar silencio á Jos presentes, comenzó á soltnr su discurso, tan largo como lleno de vulgaridades. E l tipo aquél rcsultnbii tan caricaturalmente vanidoso, y era tan infeliz Jo que hablaba (por más que á. algunos de los presentes no les pareciese así), que Sara– sate se volvia Mcía los Asenjo dísimuladamente --dejaudo al otro sumergido en su insondable parrafada-para hacerlcsgcstoscómicos. Este espíritu humorlstico no abandonaba jnmAs al artista. · Un din que comíamos en casa del selíor Asenjo, ¡qué de ocu– rrencias entre el pintor y el virtuoso! La conversación se hizo en verso, y el elogio de los gnrbnnzos condimentados al estilo 1111.\·a– rro, fué subido á las más altas ex::iltaciones apoteósicas. Sarasa.to se empelíaba, con • lozuderla• navarra, en que no era posible be– ber el agua de Valencia (y en esto estnba en lo cierto.... .) porquo decía no ser agua nttcida cerca, en mauantinl montalíés; y anadia muy sério:- • Por eso criáis todos ranas C;n el vientre• . Otro día, cuando ful Acasa de Asenjo, estaba SarasntE( en la sala del piano, sentado sobre In. alfombra, jugando con un perrazo enorme de Torra.nova, leonado y negro que era de la casa. •Fras· cuelo• le llamaban. No sé qué efecto extrano producía el· ver lt\ cabeza de león, de aquel perrnzo, juuto á las célebres melenas (ya eran grises) del artista. La hija mayor de don Salustiano Ase11jo, Concha, notable pia– nista, nprovechó mucho las indiraciom:s de Sarasate, y de sus acompafiantcs Ber ta Marx y Otto Goldschmidt, siempre qucvenlan AValencia. Cierta tarde, eJecnttiba unas obras de Grieg, en donde figurnba la .Marcha de los enanos; Sarasa.te empezó á bitilar á modo de gno– mo grotesco; pronto le siguió la gente joven, y hasta ·Frascuelo., el perro, lomó parle en la danza general. 'f:i.I vez los vecinoscree– rlan que había una invasión de nifios, en libertad . ¡Ciertamente no sospecharían que aquel jaleo infnutil, eran..... Snrnsale y los de casa. Por aquel tiempo (1890 á 95) era Sarasate aficionado al billar. Después de comer, aeompafiado por el bijo de Asenjo, Enriquo, (actual secretario de Ja Compnfiia de Trnnvlas de Valencia) iba á hacer unas cuantas cnri\mbolas en cualquier salón, sintié¡1dose content<J e11tre gento que no Je conocla. Sí por c11sualidad so dnba cuenta de que le hablan descubierto, empezaba á hacer faltas con el taco, y no tardaba en marcharse. Un dia, al anochecer, salímoS,Sarasate, Enrique Ascujo y yo, á refrescar. Y como Enrique también ha heredado aquel bumorís– ti<'.o gracejo de su padre el pintor , iba refiriendo cuentos y chistes valencianos que ASarnsate haclan prorrumpir en sus carcajad11s

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