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-193-- en la Cámara Regia, estrecha1· su mano y conocer impi·esiones de su vida. Al final de aqnella soirée, á la que había sitlo invitado el Gobierno, la,diplomacia y nobleza, el Rey entregó á. Don Pa– blo lns insignias de la 0 1·den de C1·isto de P ortugal, á. fa. qnc va anejo el título de Ül\ballero. De la fieita, netamente espaiíola, á la que tan grande afición ten fa Sarasate, tnvo ocasión de disfrntar por aquellos días en Lisboa, acudiendo á una cori'ida de toros en la que tomó parte Carn-anchu, á propósito de lo cual en una conversación soste– nida el aí'ío t1ltimo entre Don P ablo y el Sr. García Landa en esta capital, el segundo pone en b oca del primero los siguien– tes párrafos: •lle sido siempre muy aficionado á las corridas de toros: lie couocido á 'los prlncipes del toreo, por ciert? que sé de Cara·a1icha algo que V. no sabrA. ¿,Sabe V. cómo llamaban á Cai·a-anclui en Portugal? Le llmuaban EL Pollo¡ C.n·a-ancha empezó toreando á los diez y seis afios en la Plnztt de Lisboa; entonces, como era tan jovenci– to, le llamaron Pollo, y este alías, es el quo usó siempre en Portu– gal. ¡Qué torero tan elegante era Ca1·a-a11c1tal ¿Y Angel Pastor? ¿Y Frnscuelo? ¿Y Lagartijo, el grande? Entonces para tomar la alternativa hacia falta mucho; hoy á los toreros les pasa lo que Alos cantantes; no aprenden á vocali– zar y quieren cantar ópera..• L n tercera vez que Don Pablo se dejó ofr en Portugal fué el año 1887, celebrando seis concie1-tos en el T eatro de la Reina Amelia, despné:> de diw por terminada una touniée que había realizado durante aquella prim<LVera por ll\s provincil\S andaluzas. De esta ocasión recordaba el gran artista. que en uno de los conciertos se tuvo poi· desaimdo de aqnel público, porqne ape– nas ejecntado el primer 11{1mero del p1·ograma y vuelto á su cuartito del escenario, enh'e los aplausos unánimes de orques– ta y público, pc:rcibió, coincidiendo con la extinción de los aplausos, voces extentóreas de {ora, fora, las cuales en breves momentos fueron 1·epetidas y sostenidas poi· toda la concurren– cia, aumentando el vocerío ensordecedo1· y paralizados los aplausos; palideció, creyóse desechado, interpretando que pre– tendían con aquellas palabras se marchase del teatro; pero porqué? Había tocado como de costumb1·e, le habían aplaudi– do expontáneamente desde todas las localidades del coliseo 13

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