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-172- A esta sél'ie corresponde el concierto dado el 19 de No– viembre de 1906 en Cambridge (Guild Hall), con la coopera– ción de Don Cnrlos Sobrino, celebmdo pianista, rirofesor de uno de los más acl'editados conservatorios de Inglaterra. El propio Sarasate hizo (eu cierta. carta que no tengo á mano) el elogio de la ámplia y elegantísima Sala cuya capaci– dad es de más de 3.000 at;icntos. El pianista Sobrino tocó la Gavota de D' Albert, la Romanza de Schumnnn, la Tal'witel<i y Vals imprnmptu de Listz y el Nocturno de Rubinstein. Sa1·asate ejecutó la Sonma á lfreutzer, de Beethoven, el Concierto (obra 20) de Saiut-Saens y le~ Habanera y Jo/a ele Pa– blo, composición del mismo. Sobrino rayó á gran altura. Sarnsate relntaba á sus amigos este concierto como uno de los más ovacionados de la temporada, y tal vez el más cele– brado de los de aquel aiio en Ingh~te1Ta. Desde el 9 de Octubre, fecha en que comenzó esta cam– paña. nuestro genial é ilustre compatatriota, no dejó de oirse la famosa Jota de Pablo en la Gran Bretaña. Fueron muchas las salas de conciertos que se deleitaron escuchándola al deseado violinista. Sarnsate, de triunfo en triunfo, agasajado y colmado de honores, prosiguió su paseo artístico. Notabilísimo bajo todos conceptos fo é el ccncierto de l .° de Diciembre en la sala Albert-Hall, la más famos!l. del mundo (capaz pina 11.000 espectadores) y en cuya solemnidad musical se despedía del pt'1blico la célebre Adelina Patti, con– cierto en el que Sarasa.te arrancó ~\.su Stradivarius cantos de melodía inimitable. La Jota de I'ablo, inspirada en los cantares de nuestro país cuyo recuerdo siempre vive en el corazón de Sarasate, y es en él el ru;\s grande de sus amores, constituyó esta temporada el número más anhelado por los admirndores del ilustre navarro, que pidieron insistentemente el bis cada vez que los primel'Os acordes alegraron el espacio con ecos de indefinible encanto. Editada en Alemania la primorosn Jota, el pueblo inglés devoró ejemplares ele ella á millares, y en las Sé\las aristocd1.ti – cas de li\. mayor capital del mundo, se e,:;cncharon con singu– lar placer aquellos inimitables cuanto gratfaimos cantos que allá en las noches de San Fermín, con indecible deleite, se oyen 1m su querida PAmplona. Comentarios del propio héroe de aquella joma.da ., son los contentdos en la epístola siguiente dirigida al amigo D. Alber– to Huarte:

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