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-160- Jas consabidastres palabras sacramentales NO HAY BILLETES, se pue– de apostar á mnnsnlva, con seguridad de ganar, que el con– cierto que so verifica aquella tarde es un concierto de Sarnsate. Solo él, solo su fama universal, su prestigio, su indisputablesu– pei·ioridad sobre cuantos violinistas viven 011 ol dia, pued& conse– guir que en el otono, fuera de la season, acuda presuroso un públi– co entusiasta A tributar una ova.ción espontáneo. y grandiosa como las que á Sarasa~o únicamente se dispensan. El concierto de ayer tenll\ además el gmn aliciente de que en él iba á dar <i. conocer el eminente violinista la última obra de Max Bruch, su tercer concierto (obra 58) no tocado aún eu Lon– dres por violín y orquesta. Asi es que no solo lns 2.000 personas que cómoda,rnente caben en hi sala, sino hasta unas 200 más, qne pueden colocarse en lns gradas, debajo del órgano y detrás de la orquesta, y por los pasi– llos, invadlau ol loen!, dándole el imJ)Oncnte aspecto de !ns gran- des solemnidades. · Y á fé que no defraudó las esperanzas del público nuestro que- rido compatriota. · Tan seguros de ello estaban los concurrentes, que no le escati– maron el premio anticipado, y una tras otro., varias ruidosas sal– vas de aplausos fueron el cariiioso saludo del público al artista in– comparable. La ovación, que duró unos cuantos minutos, cesó como por en– salmo al oírse el primer acorde del instrnmento mnravilloso, al que Sarasate sabe arrnncar acentos sublimes que llegan al alma. Con religioso silencio, turbado única.mente por algún «br.ivo,• lanzado sotto voce, se oyó el alleg1·0 de ll\ obra. de Max Bruch, toca– do por Snrasa.te á la perfección. El público le demostró su entu– siasmo con un prolongado y entusiasta aplauso, que sólo cesó al comenzar Sarasa.te la segunda parte, el adagio. Es éste un idilio precioso y delicado, lleno de poesla y de tor· nura. El público aplaudió con verdadero frenesl. Verdad es que Sarasate hizo alarde, al tocarlo, de su maestría, su elegancia, Sll delicadeza; en una palabra, de su genio, recibiendo en recompensa unl\ de las más legítimas ovaciones que se le ho.n dispensado. Y así como en el adagio y en el alleg1·0 habla rayado á colosal nltura, en el allegl'o tlnal demostró que su prodigiosa ejecución es, no sólo ir.superable, sino increiblo hasta en el momento de estarle oyendo. El público, pues, le hizo salir cinco veces, y á juzgar por el efecto que la nueva obra de Max Bruch produjo, es seguro que quedará como una de las mejores piezas del reper torio de Sarasa– to, y el público le ha agradecido n~ucho quo h1~ya dado á conocer la obrn en toda su belleza. La segunda audición de esta obra maestra tendra lngar en el concierto próximo en Lóndres el dia 13 del mes de Noviembre. La fée d' amoul', de Ro.ff en la cual luce Sarasa.te todos los pri– mores de su maestrla incomparal>le, fué la segunda pieza tocada por él en el concierto. Caanto más se oye esta composición, resucitada por Sarasate

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