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--157- Era el ano 1888 ú 89 cuando en la ciudad más populosa del mundo se hnbinn reunido Jos embajadores y representantes do to– das las potencias;'tratábase de conmemorar las bodas de oro de aquella Reina que elevó A la podorosa Albión al ro.ngo y esplendor que hoy admiramos, y-¿por qué no decir;o?- env idiamos. Entre los for!steros se enumeraban un gran director de orques– ta, un arpista notabilísimo, un cantor inimitable y un hombre alto bien formado, de mirada penetrante, de espeso bigote y rizado ca– bello, que al parecer era el qne á. tocios entreten!o. con su afable é inteligente con\'ersación. Algo gordo,. como vulgarmente se dice, debian tratar; lo cier to es que de repente emprenden nceler11.-0o paso, y después de algunos centenares de ellos, llamaron e\ la pucrtn de un monasterio. Abierta ésta penetraron en él; preguntaron por el P. Prior, que entonces era un religioso do l1i vetusta Calagurris, y una vez en su presencia y después de los saludos de rúbrica, el que al parecer era el jefe, empezó su diálogo diciendo:- Vamos P. Ligorio, que hoy hacemos la fiesta, pues la Virgen del Escapulario todo se lo mcrece.-Pero, seílores, saben ustedes (respondió el esclarecido guardiAn), saben ustedes que yo no debo acepta1· su ofrecimiento; la rein:i. y Ja corte les espern para admirar sus pri vilcgiadas dotes y cuantiosos regalos serán su recompensa, la cual no bnjr.ra de 5.000 fran cos; además, yo no les puedo ofrecer otra. cosa que nues– tro potage y un csrapulo.rio. ¡Pues vengo. el potage y el escapula– rio! respondió: ¿,verdad, amigos, que vale más que los 5.000 fran– cos? •Pocos momentos después los arpegios de un vioUn preludiaban bajo lns bóvedas del templo las sentidas notas del Av<: Maria de Gounod, lt\ vibrnnto y dulcisimt\ voz del inmortal Gayarre iin eba– taba los cor;tzones de los londinenses y colonia espafiola; .duvertu– t·e hncla. \'ibrar de modo inimitable las cuerdas de su arpa, y el predilecto hijo de Pamplona el rey del violín, el fiel hasta la muer– te á esta ciudad insigne, el iñmitable Sarasa.te, cuya muerte la– mentamos los que le quisimos de veras y tuvimos la: verdadera dicha de escuchMle por última vez el Julio último, n.rrancando á las cuatro cuerdas de su 1tl'adivaritts las notas más hermosas que su talento y arco hicieron brotar, como acordes angélicos dirigi– dos á la Reina del Carmelo, en la ciudn.cl del Protestantismo, hizo sentir 1\ Jos quo le escuchar9n el cénit de Ja fé espal'lola y !ti gran– deza de alma del artista, que supo posponer h\ vnnidad del aplau– so regio y el dorado metal, al escapulario que con alma llena de go:r.o, y ojos cubier tos de lágrimas de agradecimiento puso en sus manos , (después de haber comido el humilde potage carmelitano), el fundad or del Convento del Carmen de Londres, e(respetable P. Ligorio, (actualmente en el Convento de Calahorra) que aún se en– ternece cuando se le recnerca este acto de amor á la Virgen y de generosidad y fé del insigne Gayarre y del inmortal Sarasa.te que supo unir en su persona la celebridad del art.ista, Ja sencillez en el trato y la fé heróica de los hijos de Narnrra. · Veritas.» E ste ieteresante relato se halla luíbilmente ampliado por el
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