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-·144- Ja mayor delicadeza y también con Ja ruismn precisión, las más variadas composiciones del ritmo y del genio.• De • Le lliatín. • •Su carrer a ba siclo brillante v triunfal. Gozi1b<t de la habilidad de gran \'irtuoso, de un alma·artism, vibranre, impresionante, ri– ca en colores y matices del Arte. Sal vó infinitas dificultades en to– dos los conciertos que ejecutó, desde el de Beetboveu, y Max Bruch, b;\sta el de E<louar d Lato, tan acomodado li. sus f¡icul tt\des y tan seductor; fué rambién el i utérpretemásperfecto de las obras escritas para viol!n por Ca1nilo Saint-Snens, quien ha perdido en Sarasate un excelente amigo.• De •Le Gaulois. • . . . . . . . . . . . . . . . . •Era un sublime artista, célebre antes de ser popular . Su son·· risa era infantil; su cabeza hermosa rodead;i de encrespada cabe– llera, cauti vaba. Consen,ó su celebr idad y l a agrandó clurnnte C:ncuent.'t años, en cuyo largo intervalo se hizo acl amar en Europ¡1 y en ambas Américas, cosechando mucha glorií\ y fortuna. Francia- decía-es m i segunda patr ia; en ella quiero aca– bar mis dias. ¡Ha logrado su deseo: Francia ha recogido su úlcimo suspiro!,. Del • Biari·itz-balneai·ie. • •Su arco valía más que la gallina de los huevos de oro......... .. Tenía Ja savia del n.rtista de raza, el cornzón de uu misántr opo, el alma de un ve1·dadero basco, ::imante de su Dios y de su l ibertad. · A luego de oh'le cier to día en el Casino Bellevue, en un con– cierto benéfico, fuimos de tal modo electrizados por la gnindiosi– dad de su arte, por la seguridad cou que manejaba el instrumento, que lanzándonos en brazos de la poesía, le dedicamos un acróstico 'sa~as~te. ha· m:1e1.-to, .pe~o ~u ~ombr.e e~ ir;mortal. Eugene Singhei· de Stephan• Del «Fíga1·0.• •Se pnede afirmar que no hay en el mundo un gr an teatro 6 sala de conciertos, donde S.1rasll.te n" baya sido~aclamado. Conde– corado como un diplomático, r ecibido, ndmi1·adv· y ag11sajado por todos los soberunos de su tiempo, ostentab,1. con singular pla0er Ju roseLa de Ofichd de hi Legión de honor y la Grnn Cruz do Isabel la Católica, que le otorgaba trat1i.miento de Excelencia. Goz.iba de extraor dinar ia popularidad. Los espafioles participaban de las ovaciones que él r ecogió durante medio siglo y A través del mundo. . . . . . . . . Merecía esa populaddad. Pocos artistas han sido tan apitsiona– dos de su arte, y le hun culLivado con un éxito tan conti nuo y tan deslumbrador. Poseía todas las cualidades del gran violinista; vi– gor y i::encillez; seguro mecanismo, perfecta pureza do estilo, dis– tinción, eleg<tncia, enca.nto.

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