BCC00R42-6-180000000000000000

-142- una vez más arraigar su fama superior á todo lo conocido, ponien– do de relieve el brillo de su fiintasia excepcional, única, y el sobre– natural poder del violin marnvilloso, dejando evidenciado para siempre, que él ha sido quien transformó el arte del violin, descu– briéndole horizontes elevados y ámplios sin límites, dando lugar con su genial virtuosidad á que los grandes maestros compositores inv:idieran un campo inexplotado por el arte y popularizando en fin los típicos y brillantes aires de su patria. • Después de estas dos solemnidades excepcionales, el Strn– divari us insuperado lle Sarasate enmudeció en Francia para siempre! Refiriéndose á estos dos conciertos y en particular al se– gundo véase sintetizado el juicio ele Mr. Goldschmidt en la transcripción siguiente: «Paris Mayo 15 de 1903-·Quel'ido Huarte: ¡El más hermoso con– cierto de toda nuestra carrera! .. . ... ..... .. Hiin sido colosales los dos conciertos. Don Pablo tocó sin sudar, sin toser, y sin fatiga, admirable– mente Suyo affmo, Otto... Véase lo que á propósito de ambos· conciertos trasmitió á E spa.i'ía el popular Bonafonx: •Sarasate con la exquisita pianista Berta Marx-Goldschmidt, maravillosa de ejecución y de gusto, en el palacio del 'frocadero; música. de Mozart, de ScbUtt, de Bach, de Listz, de Saint-Saens, del propio Sarasate. El Palacio un lleno á pesar de su inmensidad y un Etna por lo ruidoso de bravos y de aplausos. R~ch~ d~ e~pa.tloles tri~nf~nt~s ~o Pa1:ls 0 habri~ que· decir ; si pudiera atladirse algún adjetivo á la universal fama de Sarnsate. Pero ya no los tiene el diccionario. Como Zo.r, Emperador ó Rey, en cuyo honor agotó Sarasatc todas las loas, tampoco Sarasate puede ser elogiado, sin incurrir quien lo elogie en vulgares repeti– ciones. Sarasate ha matario el ditirambo. Todo lo que puede hacer el cronista que quiera aplaudirle es remover con Ja pluma el in– menso •Pa1·adou• de flores que los pueblos hicieron para é l. Y todo lo que puede hacer Sarasate es Jo que hizo ayer mismo: no can– sarse de salir al escenario para satisfacer al público, que tampoco se canso. de oirle y vitorearle. Ya no es un hombre. Es un violin con melena cana que cae desmayadtimente como ramo de un sauce sobre las cuerdas que vibran, que se encolerizan, que se quejan, que lloran con la in– mensa tristeza de la apoteósis de la victoria definitiva, del non vluS ultra abrumadornmente infranqueable. Asi bq. vivido; asl viv3; asi morirá. Mirando el hueco nunca

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz