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-141- puro estilo, su elegancia y poder; cmilidades que en la prácti– cn. sobrepujan á <;m1nto alcanza el significado de las palnbras. Sarasate tocó eu Ja, primera de dichas nudiciones la sexta. so11ala de Mozni't y la Suite de Edounrd Schllt.t, acompaííado ele Mdme, Marx Goldschmidt, obras ambas erizadas de muchos y grau– des escollos, que fueron por ambos ejecutantes salvados con tanta sencillez como nrrogancia y no meno1· embeleso del pí1- blieo que llenaba la inmensa sala; también tocó tres tiempos de la Sonata d.e Bach, para. violín solo, ala.rde de pureza, lim– pidez, sonoridad y dominio, qne á rnrísimos artistas pne<le per · mitirse, pero qne tratíindose de Sarasate, es hi más ~atisfacto­ ria prueba de su indiscutible reina.do del violín. El ültimo nú– mero lo coni;tituycron el Nocturno-Serenata y la Jnti"oducci6n y 'l'a1·a11lela del propio SMasate qne, con acompafiamiento deMr. Goluschmiclt, ejecnt6 el mago artista, con aquél mnore y domi– nio qne le hacfa11 árbitrn de cuantos públicos le escnchabnn sus propias composiciones. La memoria de ese acontecimiento mnsie11l no se borran\ jamás en los que acudieron ú él, quienes lo calificaron de ·mo– tivo bastante para provo~::w hi coronación del artista, aunque focse en país agenc, si bien }'raucia se conceptuó siempre la segunda patria ele! \'Íoli nista incomparable. El segundo de aquellos dos conciertos se dió con el con– ·eurso de la orquesta. Colonne, ejecutando Mdme. i\iarx el Co11- cierto de Schumnnn y A(rica de Saint-Sa(!ns; Sarasate,la Si11fo· 11fa española de Lnlo, en cuatl'o tiempos, la Rapsoclia asturi1111a, ele Villa (por primera vez oída en París); y Canciones 1"'tSas y Jota de Pablo de su composición, con acompafiamiento de i\fr. Goldschmidt. P ara que mis comentarios de esta solemnidad mnsical no parezcan apasionados, copio y traduzco de una autorizada re– vista profesional los siguientes: «La segunda sesión de violín y piano ccle)) ra.da en el Palacio del Trocadero, por Snrasate y Berta Marx, el U del corriente, ha sido un cxitazo tal, que excede á ctta.nto podaruos decir. El prog1·ama basttibn á expresar el in~ ompan:i.ble sabor mnsi– cal, el inusitado regalo de arte que estaba reservado á la concu– rrencia, pues de antemnno dábamos por seguro que la ejecución se– ría no' solo irreprochable, sino magistral: J\Idme. Marx derrochó facultades cada dla mAs sorprendentes, que confirman la afirma– ción lle Saint-Saens, proclamándola intrépida amazona de la es– cuela francesa que, como nadie, supera Jos ml\s imponentes esco– llos del arte con u1rn. sencillez sin par, y sin cnfl\ticas presunciones que nu11ca como ahora estarían justifi ~iidns. Los nú111eros enco– mendados á Sarasa.te, todos interesantes en alto grado, hicieron

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