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- ·117- De otro periódico y con. relación á un co11cie1·to de la mis- ma época, traduzco y copio: · •Jamás habíamos visto reunida tanta y tan selecta concurren– cia en el gran coliseo: desde dos horas 11>ntes de comenzar la audi– ción empezó A congregarse el público; las localidades estaban ago– tadas mucbo antes, hasta el último rincón . Hace ya 30 anos que este na\·arro pasea su mágico violln á tra– vés de Europii, y ésta es lti fecha en que todavin no le ha siilido al paso un rival que Je iguale. Nadie ha alcn.nzado esta perfección técnica, esta elegancia, <:sta corrección, esta naturalidad y senci– llez para resolver los más intrincados pasajes; y simultáneamente, esta dulzura, esta pureza, esta exactitud. Todas esas cualidades nos han parecido ahora todavía más perfeccionadas que antaflo: en cuanto á Ja grandiosidad de su esti– lo, h(t dejado absortos á todos los públicos del Norte, interpretan– do todas las obras clásicas con uni~ maestrfa. y dominio, de las cua– les no puede quedar duda ni recelo alguno. Ayer ha enciintado al público, le ha cautivado con algunas composiciones cuyo valor consiste en la interpretación que Je ha dado el ejecutante, excepción hecha de la 2.' Suite de Goldmark, pieza de resiste:-:cia, as! para el piano, como para el violín. La ex– tructura de los programas de estos conciertos podía originar el te– mor de disgusto para el dilettantismo burgués y sin embargo, el público ha quedado satisfecho. Sarasate ha encontrado e11 Ber ta Marx una admirable colabo– radora; muchos de !l.S oyentes creian encontrarse con una compar– sa destinada á hacer resaltar la figura del virtuoso, y se han en– contrado gratamente sorprendidos, descubriendo en aquella una pianista extraordinaria, de energía 1·ubinste11iana, muy rara en las personas de su sexo, y además una capacidad musical de primer órden. De suerte que hubo un beJllsimo equilibrio, una atinada ponde– ración, una perfecta armonia entre la pianista y el violinista. El aUegl'o que precede al final de la Suite de Goldmarck, ha si– do un momento maravilloso; los temM se persiguen, chocan, pare– cen juguetear al escondite y á su reaparición; y todo ello exige imperiosamente una precisión absoluta, matemática; y sin embar· go, el resultado deslumbrador se ha obtenido con todanaturalidad, sin esfuerzo alguno visible. El éxito de ambos artistas ha sido igual, es decir que ambos han merecido por igual el uno y el otro, las ovacionE'.s frenéticas, entusiastas y pn>longadas que el público en ma~a les ha prodi– gado.• En fin de Enero de 1894, en un breve lapso de tiempo que le quedó libre entre los compromisos terminados en París y su oferta de una audición en el conservatorio de la misma capital, salió de ésta, y por Nantes, donde celebró un concierto, pasó á Bruselas donde tuvo lngar una audición de carácter benéfico, sino yerran mis anotaciones.
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