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-102- Dirigla el caballero HeUmesberger, primer maestro de !:\ Ca.pi- lla. imperial. La orquesta er11. buena. . Ya.he hablado de la overtura de Gluck con el final de Wagner, y sólo tengo que afladir que aún gusté más de ella, porque la eje– cución fué mejor que Ja primera vez que la ol. La espectativa del público con el Conciel'to de Beethoven era grande. Esta pieza es la personificación clAsica de las de su género, y no Ja abordan sin temor los violinistas eu Vien11.. Pero Sarasa.te sabe hablar este idioma de elevados conceptos, y atacó sereno y tru.uquilo la entrnda del solo qne es como tremendo escollo puesto pnra hacer naufragar al incauto que inexperto se lance en aquél mnr de inspiración. Franqueado el temido exordio, Ja hermosa. fra– se del tema resonó limpida y serena entro el silencio del auditorio que ni á respirar se atrevia. Beethoveo dejó Ala icvención del so– lista la cadencia, y Sarasate hl\ compuesto una que responde de tal modo el carácter de la pieza, que no parece sino que la ha· ha– llado en ignorados apuntes del autor. Es opinión unánime, que yo, antes músico que amigo, consigno con verdadero placer.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vino después la Sinfonia espanola de Lalo, y el entusiasmo de la concurrencia después del Finai, t0mó las proporciones de ur: tu· multo. Mis vecinas aplaudían como alabarderos y la sa.ln . era un puro grito. Sarasa.te entró y salió no sé cuantas veces, los músicos eti s1dugal' descanso se unieron al motln, y aquello 110 llevaba tra– zas do acabar. Por fin el oleaje se fué calmnndo, y los sonidos de la orquestn. que tocaba la Serenata de Volkmann restablecieron el órden. Concluyó el concierto con la J<'antasia de Ca,.men, que fué tan festejadn. como todo lo demás, e tutti contenti. Cena y pláce· .mes al agregio artista.> Siguiendo á. nuestro triunvirato Vazquez-Sarnsate-Goldsch– m.idt en aquella toumée, nos encontramos una semana más tar– de en la capital de Hungría, y de la audición allí celebrada nos dice el Sr. Don Mariano Vazquez lo que copio: •El concier to se dió en In. pequena sula de la Redoute, de estilo bizantino morisco, como el grnn salón de baile que ha.y al lado. El edificio en total es suntuoso, con escalera monumental decorada con frescos, y columnas y pórticos a l exterior. La sala se llenó de público escogido, tan numeroso que apenas dejaba espacio para el tnb!ndo del piano. En cuanto al éxito,. uo quiero cansar con descripciones: fué como en todas partes donde toca Sarasate. Volvimos á nuestro hotel á cenar, y aqul entra lo más caracte· rlstico, pues se vino al gran comedor unn orquesta húngara de Tzigauos, compuesta de unos catorce individuos que, coloca.dos en un rincón, dedica.bau especialmente ASarasa.to sus tocatas y mira– das No se puede explicar la música que eje¡:utan ni la manen\ de ejecutarla. Las Czardas son unos aires populares que tienen gene– ralmente un adagio para empezar, y después un allegro de ri¡mo vivamente acentuado, de expresión tan original que, como digo, resiste á la descripción. Los 'l'ziganos siempre tocan de memoria, y

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