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XI que obtuvo. En cambio, lns obms ele Chopín sirvieron <lo pretexto A todos l os extravíos do la • i11tcrpretnció11 personal• . Aquollo da– ba grima. Yo seguía la labor de In. pianista en mi edición pequena y la pieza escrita me parecla otra que la oid,i.. Este afán de impri~ mir nn sello per sonal sobre la obra njcna, es tendencia 1H1tu1-.~l del concertista; lo abrigan hastn los grandes clir ector C's de orquesto. ít quienes también suele condeeori\rseles con el pretendido elogio po– co ha trascrito. Hasta en sanLUarios del nrte como .B·•~eutb, donde todo conspirn al mantenimiento rígido de una interpretación inva– riablo, hemos solido obserrnr los efectos de la ecnn.ción perso· 11al de los Kappellmeistel'. Sentirla que estas obser vaciones ml<\S sonasen á digresión que me nlejl\ del asunto propio de est~ carta: Sarasate. Pero sin negar que ganarían siendo más breves, ellas me han conducido recta– mente al objeto rJe mis propósitos. Sarasnte fuó un eximio, un portentoso, un insuperable violinis– ta. Floreció, ó m!\s exactamente, se formó en una época que el ·t:i1faosismo tlescrilo hn.cla estrngos y participando de todns las cua– lidades y perfecciones que dicho vocablo connota, no incurrió en sus aber rnciones, ni perpetró sus desafueros pot· quienes se hace justnrnente antipático á la parte 1111\s selecta del público musical. . Si nlgún instrumento se presta al virtuosismo discreto 6 indis– creto, es el violin. El óistmgmdo profesor del Conservatorio de Parls, Mr. Albert Ltwignac le deuomina • r ey de la orquesto.• . Ningún instrumento le dispmn la riqueza de ti mbr e, ni lns infini– tas vnriedades de in teusidr.cl , ni la rnpidcz de articulación, y aun ménos, la sensibilidad casi viviente de la cuerda bajo el dedo que la aprieta. Comparte con l:i. voz humana la facultad inapreciable de varini· infinitnrnentc la altura de los sonidos, y con el órgano el poder de prolongnl'los indcfln id¡\mentc ( L). No ele rey, sino de tira– no le calificnria yo. El cuarteto es In base de todti orquesta, y In. sección instrumental predominante en la primith·a, aun en Ja clA· sien.; poco á poco otros grupos de instrumentos fueron adquiriendo importnncin: la madera, y el metal. Las modernas escuelas persl– gtten cou ahinco la varied<\d de timbres, ora simultánea, ora suce– siva, y el cunrteto, y por consiguiente el violín, ven disminuida su preponderancia. En lns orquestas mal ponderadas ó equilibradas desde el punto de lit sonoridad (y su númer o es grande), los prime– r os violines suelen dej n.rse olr denrnsiado, aunque ejecuten másica moderna: éste bocho r ereln. cuíll es la tradición. Dije arriba que Sarasate fué un eximio, un portentoso, un insu– perable violiuista. El aserto es fácil de justificnr- si fuere necesa– rio, que no lo es porque esti\ en Ja conciencia del mundo-nnali– zando su labor técnicamente. Dios me libre de r ecorrer tan árido camino. füistn á mi objeto, y ul de Vd., amigoD. Julio, r ecoger im– presiones liteN11·itt111e11te manifestadas. De éstas hallará el lector abundante copia en las pflginas del presente libro. Ellas dicen cuánto y cómo se poudernron las cualidades maestras de Si~rasate: su irreprochable t6cnica, su fncilidad oxtrnortlinnria para sobrepo– nerse A las mayor es dificultndes, hi magia y fuerza de su arco
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