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ducción incesante, encomendada á los ar tistas, á los músicos, cuya habilidad técnica ba de ser adecuada á esn. reprodncción . La sinfo– nía lle1·6ic1t, el cuarteto en la menor (ob. 13;¿) de Beethoven, son obras muertas mientras la orquesta ó los cu.~; ro instrumentos de arco no las <>jecu1an; y 110 resplandece, tl\mpoco, tod:i la belleza que contienen, si los ejecutantes no se apropian el esplritu ó ca– rá-::ter de el las, ó si aun entendiéndolo, les falt:i Ja. maestría reque– r ida por la interpretación material. Ahora bien, en las filas de esos instrumentistas necesarios, siempre se destac11.n algunos individuos que por sus dotes natura– les, cultivados asidua y metódicamente, llegan t\l dominio absoluto del instrumento músico que cu ltivan, y 11acc el vfrtiiosismo (1) que nunca puede darse sino en el manejo de i nstr umentos capaces de r epr esentar un papel eminente y de reducir á los otros ni oficio de meros acompañantes. Este vh-tuosismo, teóricamente, nació par a ser vir á Ja obr a mu– sical ; es á modo del servidor inteligente y sumiso ele un sober ano, ósea del compositor, qne creó la obrn. Pero pronto se invirtieron Jos términos, y por un gol pe de mano r eYolucionario, el medio se convirtió en fin. El escollo del vfrtuosismo estribt\ en la tendencia del vil-tuoso á ocupar el puesto preeminente ele la escena, á concen– trar sobre sí la atención del público, á poner de bu lto la habi lidad adquirida, ejecutando en vez de obras musicn.lmente bellas, obras técnicamente difíciles. E l titanesco Ree!boven dedicó á un célebre violinifita de su tiempo una. hermosísima Sonata que del nombr e del violinista tomó el suyo propio: Ja Sonata a Kreutzer Pues bien, éste Kreutzer no hizo ningún aprecio de la Sonata, sin duda porqlle no tniducia su mane1·a, ó no l e permitia lucir sus faculta– des, tal como él las estimaba. El ·vfrlttoso, por tanto, siempre se desdobla en compositor que escribe obrns pi·o domo su~, con ohjeto personal y pr áctico. llfas ésta subordinación de l:i idea al instnnnento, suele traer apareja– da Ja falta de belleza musical y esas obra.s mneren antes, acaso, que el vfrtuoso mismo: es Ja YCnganza de la musa. El personalismo avasallador del vfrltioso tampoco sabe repri– mirse cuando ejecuta obr as de otr os. Es muy frecuente oír decir, á ti tulo de elogio, que el artista A ó B intC;rpreta las obras de éste ó el otro compositor de una maner a • muy personal.. No hace toda– vía un afio que ol á una. pianista francesa; era mujer muy elegante y guapa, y por estos dos aspectos, simpática al público. Tocó el Concierto en Zá .{olJ. G-!1parri piano y or questa de Schumann y algu– nas piezas cortas de Chopin . Su <'j~cución era notabl e: le adorna– ban varias de las cun.lidades que constituyen el buen pianista. El admirable Concierto lo interpretó cor rectamente; acaso en algunos pasajes estuvo disminuido el carácter misterioso y apasionado que Jos distingue y ciertos movimientos padecieron de ligera exagem-· ción. Per o en conjunto, la ejecución mereció los copiosos aplausos {l) Uso de 1a. pn1»;bra l'frtuoso en el sentido recto de i11strumeofü1tA G concerti~tA eminen– te, derivado del $entido de que gozó en Tht.lia: "persona hibi1 en cualquier genero que sean (Líttré) Algunos ef'lcritores lo emplean eou cieri.o $entido desf3vorablt>, ateodiendo varios pa– a1 predominio de la mera habilid3d técnica; atta segunda significac.ión u la que yo atribuyo en snjes del te:o\to Ala palabra virtuosismo.
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