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-82- te, llevando él mismo aquel mágico violin con que nos hechizó, acompafiado por algunos de sus compatriotas; á Berta Marx con un coqueto traje de viaje y en la mano las flores que le habían re– galado la noche anterior, y á Otto Goldschmidt con su aire de franqueza y bonhomie, mirando si su amigo el gran violinista ha– bía olvidado algo, pues Sarasate, como la generalidad de las grau– des notabilidades u,rtisticas, es descuidado y distraído. La única cosa que cuida y que no olvida es su violín. ¡Ya partieron dejándonos el más delicioso recuerdo! Los conciertos han sido para nosotros una verdadera fiesta mu– sical, de Ja que gozarnos con toda nuestra alma artística. . El último, á beneficio de Berta Marx y Eugenio D' Albe1·t, no estuvo ta:-: concurrido como los anterio1·es, pero asistieron griin número de personas, algunas de las familias más conocidas de nuestra sociedad, y casi todos nuestros artistas y dilettanti. Se presentaron Berta Marx y Sarasate, y el auditorio dirigió calurosos aplausos á la graciosa beneficiada, La in terpretación que nos dieron estos artistas del •Dúo.• de Weber, fu é maravillosa. En la referida pieza el piano y el violh1 eje– cutan juntos rápidas escalas, trinos, ai:pegios, y parecía un solo instrumento el que oímos. En el lindo dúo Berta Marx se distinguió tanto como Sarasate. ¡No le podemos tribntar mejor elogio! Los intérpretes fueron ar.Jamados y tuvieron que reaparecer en escena entre los más calurosos aplausos. Hemos oído á Berta Marx ejecutar las más difíciles piezas de Saín t Sa~ns, Liszt, Chopin y otros autores, y nos ha encantado con su magnifico talento. Cuando tocaba con Sarasate, admiramos su elegancia, delicade– za y perfecta ejecuci9n: al oírle sola, nos llamaron mucho la aten– ción su pulsación, brio, extraordinario mecanismo é irreprochable fraseo. Berta Marx, que estaba lindísima con su traje corto de pem¿ de soie, blanco, recibió dos ó trP.s esquisitos ramilletes, uno de ellos del Sr. Sylvani Coblentz, y una corona de flores artificiales, obse– quio de una admiradora. Aplaudimos á Sarasate y A Ja Marx en la magnifica pieza de RMf •Suite• para violín y piano, en Ja que a~ rebn.tó el insuperable violinista con las asombrosas dificultades que ejecutó con sorpren– dente facilidad, secundándolo admirablemente la notable pianista. Sarasate y su compañera tuvieron que salir varias veces á la escena, entre las aclamaciones del auditorio, y entonces el hechice– ro musical cantó en su encantado violin el •Noclurno• de Chopin en mt bemol. Como ya os hemos dicho, su manera de ejecutar esta composi– ción es tan perfecta, tan delicada, tan ideal, que cada vez que Ja toca nos parece ver la sombra de Chopín acercarse al inspirado in– térprete de su pensamiento y colocar en su artística cabeza una corona de laureles. Conservaremos siempre en nuestrCJs oídos las frases de este •Noctu1"no• ejecutado por Sarasa.te. Su interpretación de la pieza es el colmo del arte.

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