BCC00R42-6-180000000000000000

-73- más exquisitamente bello, bajo el arco incomparable y con Ja di– gitación uunca igualada de nuestro artista. A nosotros lo que más nos gustó fueron los movimientos segundo y cuarto, ó sean el in– te1•mezzo y el finale. Después del concierto de Brahms, por el pianista D' Albert, que hizo bramai· de fatiga, eran una transición agradabilísima, alivio y descanso, las delicadas notas de Sarnsate. Por eso resultó inevitable contraste entre la frialdad con ~ue fué recibido el primero y Ja ruidosa ovtieión que valió al violinista su Fantasía E11paiíola. Nuestros compatriotas tenianlc preparado un hermoso obsequio que hará recorda1· á Sa1·asate su estancia en Nueva Yok: una coron<1. de plata, de severa y maciza belleza, re– presentando dos ramos de laurel unidos por una cinta en cuyo la– zo se lee: • Al g1·an a1·tista Pablo Sai·asate -Nueva York, Octubre 1889• , y en e:tda hoja de los ramos vese grabado á buril el nombre de uno de los espaüoles que primitivamente se asociaron al pro. yecto de recibir y agasajar al gran artista. Es una obra de arte de sobria belleza y de gran solidez. Con ella ha. querido significar la colonia espallo!a al insigne violinista lo sólido de su estimación, y el perdurable recuerdo que conservará. de su permanencia en esta ciudad. Sanwate agradece profundamente el obs~quio de la colonia es– pafiola, y uos encarga que en su nombre le demos las gracias más expresivas por esta prueba de cariño. El egregio artista nos ase– gura que, mientras viva conservará el más grato recuerdo de sus compatriotas residentes en Nueva York, de todos los cuales se des– pide con efusión y reconocimiento. Una de las cosas que más le han llegado al alma, ha sid<> encontrar aqui, al otro lado del mar, en medio de un pueblo extrallo, el calo1· de una nueva patria, forma– da. por el número pequefio, pero entusiasta, de espalloles que, co– mo las Vestales romanas, conservan sin extinguirse el fuego sagra– do del amor á. la nacionalidad y á cuauto con ella se relaciona. Nos hemos separado de nuestra narración arrastrados por el incidente de la corona entregada al gran artista. Llamado con in– sistencia á las tablas, ejecutó de un modo inimitable la · habanera •De la tierra del cacao...• que le valió otra série de ovaciones. En la segunda parte dió para empezar El canto del r¡¿iseno1., obra de su propia composición y dedicada por él á la violinista Tere.'liua Tua; y p11.rn . repetir, su conocido Zapateado, que siendo, por decirlo a.si , su canto postrero, ejecutó mejor que nunca. El gran violinista se retiró bajo uaa espesa lluvia de aplausos, que le hicieron salir á la escena varias veces. Interpúsose con aire protector el director sellor Damroscb, mozalbete impertinente, que sin dar tiempo á que se calmara el entusiasmo del público, vol– viéndole la espaldt\ con cortesia teutónica, hizo que la música rom– piera á. tocar.... Dejemos á un lado miserias humanas, y cerremos estos renglones escritos á vuela plumn, despidiéndonos del insigne artista, y deseá:ndole que el público de las regiones que vn á visi– tar se muestre tau inteli~ente y tan pródigo en aplausos como el de Nueva York.• Mejor que mi relato y mas fehaciente, amen de curioso y

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz