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lamente concebido; en ese sentido dicen los filóscfos aue "!o aue es común a muchos no es algo distinto de les mis– mes ·muchos "; la huma:1idad es los hombres. En les dis cursos de los romanos se hablaba mucho de la patria; pero cuando les visitaba la adversidad, eclipsán– dose su pcderío, expresaban la necesidad del supremo es– fuerzo, al despertar de los sueños de grandeza por los gol– pes de la realidad inexorab le y dura , con estas palabras: «luchemos pro aris et focis ", por los altares y los hogares; y esto era luchar por la patria. Así como la humanidad es los hombres, también la raza sen los hombres , en cuanto heredaron ciertas características que les vinieron _oor ley de diferenciación y de consangui– nidad y en cuanto tienen una exigencia natural a tramitarlas a sus descendientes. Y la nación y la p:itria reales y obje– tivas son las familias u hogares y los Municipios congregados o relacionados según consanguinidad o según historia o según geografía o según tradiciones; o sea, algo vivo y con personalidad . De la naciém y de la patria y de la raza en abstracto, que no son precisamente los ciuda danos existentes y las instituciones existentes, se ex traen poderes que las repre– f:entan y que Pstán por encima de todos y de todo, y esta– mos. con ambos pi.es, en un cesarismo de la peor especie. Perc si la patria y la nación y la raza con los ciudadanos mismos bajo uno u otro aspecto o razón formal y los ho– gares y los Municipios , o sea, las entidades naturales, no se les puede barrer, atropellar y anular, y caben en aquellos Ja auténtica democracia, el derecho y la libertad D) Otro enemigo de las instituciones naturales es el Esta– tism'"> a favor del cual se justifican inconsideraciones y vio– lencias. Esta tismo es pretender que el Estado es Ull poder que nubsiste no sólo en sí. sino por sí o de sí, sin recibir su ser juríd .ico de un principio n1perior, lo cual nos da un poder q1,c no tiene !:miles. del cual emanan todos los poderes, eme se au to-limita según frase de sus juristas; y el que no t; P.ne o tro límite c¡ue el que quie1e tener, no fü,ne límite al– guno, y nos hallarnos con la omnipotencia del Estado, con un cesarismo que ha consumado en la historia moderna, in- ·18

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