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sorpresas y, tal vez, con serv1c1os insignes a la humanidad , de abuelos de esa miserable. El régimen social de justicia debe ordenar la propiedad, el trabajo y la necesidad de suerte que se respete el dere– cho que tene mos todos a gozar de la que nos trasmitieron las generaciones pasadas . Si dos hermanos he redan pro-indiviso una grande casa, con una magnJica finca, y si uno de ellos no puede traba– jarla por estar enfermo, ¿el otro no viene obligado a nada? Los que, afortunados y pudiendo desenvolverse bien, utilizan el caudal recibido ¿no vienen obligados a nada para los que, por su debilidad o sus infortunios, no los utilizan di– rectamente y por sí? A ese que se enriquece trabajando o que heredó una fortuna , quitad le todo lo que el no produjo por sí ni lo produ – jeron sus inm 3diatos progenitores; quitadl e todo lo que le regaló la humanidad y le vino sin propio esfuerzo ¿a qu é quedaba reducido? Sí. pues, manipula con bienes y con recursos en cierto modo ajenos, sobre los cuales los incapa d tados y necesita– dos tienen el mismo derecho, porque es berencia de todos los que actual:nente viven , recibida de tocos los que pasa – ron por la vida, es claro que sob re la propiedad y sobre el trabajo g ravitan cargas y deberes que el ré gimen social de – ben hacer efectivos. Y ¿Cómo se podrán lleva r al régimen social los dere – chos y los deberes de todos en el uso de los bienes y en el ejercicio de las capacidades? No cavilemos acudiendo a concepcion es personales dis– cutibles, que, resolviendo un problema, suscitan ciento . Veamos lo que ocurre en la vida y lo que se nos impo– ne por la inexorable realidad. Cada uno de los hombres por sí sólo no puede vivir ni desenvolverse, y necesita de la cooperación y ayuda de mu – chedumbre s incalculab les . Es te peda zo de pan y este vestido ne : esitaron panade– ros, tejedores, agr icultores, transportistas y comerciantes, ga– naderos, maquina ria. escuelas de ingeni n ía, y si vamos conectando sin olv idar a nadie, hallaremo s que han contri– buído miles y miles de hombres, converg :endo en su coo– peración y concurriendo por mil diversas vías, y si los otros homb res no comiesen pan y no necesitasen vestirse. el pre– cio de este trozo de pan y de este vestido resultaría fabulo - 31

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