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pueblo y a las circunstancias y modalidade.s de los hebreos; paro los criterios que presiden aquellos preceptos son ple– tóricos de justicia , sublimes y confortantes. Y el régimen solidarista aplica asos criterios y aun acepta algun os precep– tos, acomodándo los a nuestros tiempos. El lec lor tendrá oca– sión de apreciar lo que afirmamos. Después, en las enseñanzas del Evangelio y en los do– cwnentos de los Apóstoles tenemos raudales de luz para no errar en el cam :no a una organización social verdaderamen– te humana y práctica . Finalmente, los Santos Doctores de la Iglesia, testigos de la tradición c:istiana, inteligenc ias privileg iadas que nos han dejado en :,us obras un caudal que no estará bastante explotado nunca , nos dan doctrina luminosa da fecunda apli– cación y de sano radicalismo; sobre todo Santo Tomás de Aquino. Los Papas, como suprema autoridad doctrinal de la doc– trina revelada, de la cual la Iglesia católica es depositaria, juez y maestra, r.os han dado, en sus Encíclicas, orientacio– nes sociales , criterios genéricos ordenados a evitar y corre– gir rutas equivocadas que no están en la línea de la jus– ticia y de la moral, es decir, del cristianismo: y el Solidaris – mo se inspira también en esos documentos. Finalmente, los pueblos viejos que por especiales cir– cunstancias se han mantenido más incontam :nados, poseen en sus tradiciones y costumbres un caudal consagrado por los siglos y que nos da el fruto de las tende .1cias naturales en la ordenación social. 26

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