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cambia de color, y puede llegar a ei1carnar ideologías paga– nas, ateismos e irrespetuosidad para con la familia y hasta hostilidad abierta; y aunque, cuando los poderes públicos nos son favorables , fácilmente justificamos su interveación. pero fabricamos nue stras cadenas, nu triendo un poder que mañana puede ser nuestro mor tal enemigo. El hogar no pue– de quedar a la intempe1ie, abierta la pue rta a quienes puedan profamulo; no es voluntad de Dios . Todo nos obliga a la prudencia , a organizar la solidaridad de las familia s cristianas , ejerc itando éstas la personalidad que, como famil ia, tiene cada una, dando consistencia al ho– gar. arPparado en un a colectividad democrática que es el ver– dadero pueble, a los que i:e hallen sin p ropios recursos de subsistencia decorosa; nueflra condición de católicos puede exigirnos en esto, rr.ás que nuestra propia ciudadan ía. y no debemos tolerar privaciones y situac iones. de inferioridad en el débil y en la mujer; debemos elevar el sentido moral y el respeio del hombre al hombre como hombre; y abrir el camino a la justicia social en todos sus aspectos. 27~

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