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y r~dime_ ,en nosotros y nosotros en Cristo: que la Iglesia conlm uac1on de la Encarnación de Cristo continúa también su agonía y su Pasión redentora, comenzando por teñirse en la sangre de sus hijos en el enfrentamiento con el Im– perio pagano de los romanos de sde el inicio de l cris tianis– mo y persevera -do asediada de dificultades y de enemigos que han tratad o de obstaculizarle el camino a una brillante espansión univer :;;al en todos los pueblos, con el eclipse de los poderes tenebro so., que suscita Satanás; expansión me– recida y conqu istada en estos siglos de sufrimiento, que se caracterizara por la justicia social y por la paz y que quie – ra Dios que no la retardemos los que, en estos momentos críticos , estamos en condiciones y en urgencia de incoar esa era va ticinada en las Santas Escrituras, comenzando por Ins tituciones como las qu e aquí se prop:men y que se– rán el humild e grano de mostaza que como he dicho ha de convert irse en arbusto en el que se posen las aves del cie– lo: hagamos lo que podamos por nuestra parle, y es Dios N. S. el q ue ha de darnos el éxi to por insospechadas vías y por felices comentaciones de acontecimientos; mas de– mos lugar con r.u:stra co nducta, con nuestra fidelidad, a que el cielo haga fe ::undo nuestro esfuerzo. Nuestro catolicismo ha de ser expansivo, op timis ta, alegre, acogedor, de sano sobrena tura lismo, de paciencia y de perseve rancia. En estos días, precisamente, está organizándose en Pam – plona la «Solidaridad cristiana de familias »; comienzan a inscribirse familias vecinas y en un opúsculo que publiqué en Agos to de 1850, con esa finalid ad, en su Cap . 3. 0 pongo esto que transcribo: Las que se imponen son las obras y el ejemplo ; los cató – licos hemos de comenzar por practicar la justi cia socia l ; de– bemos ser justos nosotros; necesitamos sal ir del individua– lismo egoístico , de la pasividad estulta; y lo procedente es que, ante todo , cumplamos con el primer y máximo precep– to de jus Ecia s-::-cial y de caridad, reconociendo, no sola – mente con los labi os sino con las obras, el derecho de la necesidad . No incurramos los católicos en la necedad de esperarlo todo de los pod ~res púb~icos, de la in terve nc ión de l Estado. La Iglesia, rn Jerarqu ía y sus fieles no pueden inhibirse en lo concerniente a la justicia so cial ; no pueden abandonar un campo de derechos y de deberes de justicia, d e asuntos y prob lemas vitales, que puede ser invadid o por idearios pa - 271

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