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naturalizar la institución y convertirla en institución de be– neficencia: aquí se trata de just icia. Las familias acogidas han de tener lo suficiente par a una subsistencia decorosa, y para eso están las normas de prelación . Así es como, en las acogidas, se ve la eficacia de la S. F. y en las que quedan a merced de la limosna, la in– justicia en que incurre n los que, teniendo de ·sobra, no in– gresan en la Solidaridad, para consumir en satisfacciones supérfl uas y refinadas lo que debería ir a enjugar lágrimas, llenar estómagos, vestir al desnudo y desterrar miserias; ese espectáculo es una reprensión viviente que no puede menos de inquie tar a los que no son unos perversos. Una vez acogida una familia o una doncella, no se sus– pende la asistencia aunque sobrevengan casos de mayor necesidad y mejor título (fuera del caso de necesitar el que venía aportando), porq ue debemos evitar la inquietud y te– mor de abandono posible. Las familias que no aportaban porque no podían apor– tar son preferidas a las que, pudiendo haber aportado, no lo hicieron. En igualdad de circunstancias según las precedentes cláusulas, las familias naturales del Municipio son preferi– das a las inmigradas que adquirieron el derecho de vecin– dad por los 10 ó 15 años de residencia laboriosa y honrada! y entre estas últimas las que más años lleven de residencia. En iguales circuns tancias, son preferidas las más ne– cesitadas y los menores y mujeres a los varones. Como se ha dicho, al proponer la aportación de ese 3 % de los ingresos en el hogar de los que cuentan con re– cursos suficientes de subsistencia, se ha adoptado lo que se estableció en la ley mosaica. El que ingresa en la S. F. declarará lo que según estas normas va a aportar cada mes; y si su situación económica varía establemente, modificará en más o en menos la decla– ración . Mas si los que se organizan en un Municipio, inventan otro procedimiento que sea de justicia y que obtenga la finalidad que se pretende, es lo mismo. 264