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no sirve para nada; la fortuna acaricia a los optimistas y au– da ces; «Audaces fortuna juvat» decían los romanos; y sobre todo nos están cerrados los secretos de la providencia de Dios. Mas no nos limitemos a la propaganda; procuremos que la Solidaridad viva en las costumbres , en cuanto a su esen– cia y en todo lo que es posible en el orden privado; en lu– gar de esperar a que las leyes creen las costumbres, labo– remos para introducirla directamente en las costumbres , a fin de que las costumbres te ngan qu e cristalizar en leyes. Es dec ir, que, invocando la libertad, los derechos ane – jos a la personalidad del hombre, el respeto a la concien– cia (Htulos q•e solamente son ineficaces en pueblos regresi – vos de cesarismo y discipl ina cuartelera), podemos y debe– mos llevar. en el orden privado, a nuestra conducta y a nuestras relaciones mutuas y con los demás, los criterios soli da ristas, realizando la justicia social, saliendo decidida– mente de nuestro individualismo, sudario de muerte, y ejer– citando y organizando la bella solidaridad, esposa de la jus– ticia y de la misericordia. Esto saneará el ambiente recar– gado de egoísmo y de odios, dará sus frutos y estos darán eficacia y éxito a la propaganda . C) NO SEAMOS PESIMISTAS No son pocos los que en¡mc1an siniestramente acerca del hombre; estos pesimistas no conceden eficacia para el orden, sino a la coacción; los hombres, en su perversidad y en su egoísmo, son incapaces de obrar bien por propia resolución; las muchedumbres necesitan oir restallar el lá– tigo. No comparto ese pesimismo que es una grande injusti– cia; el hombre es naturalmente bueno, aun que defectible; el pueblo es bueno si le dejan serlo; factor de su corrup– ción , son con frecuencia, las leyes y los gobiernos, el am– biente que se le hace respirar, los errores, las fobias y las preocupaciones que se le inoculan, el mal ejemplo de los de arriba. He observado en mi país un fenómeno sin excep ciones; los pueblos más incomunicados , por su situación topográ -