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antidemocráticas; y al Consejo van aquéllos a quienes el pueblo no llevaría: todo es pobre y mezquino . Los abusos que ocurren no tienen el contentivo de la Federación y Con– federación de Municipios: y las reclamaciones se resuelven allí a donde no tiene acceso el vecino, sino su opresor. Y es cosa extraña y contradictoria, eso de que desca– lifiquen a la democracia de l régimen solidarista, precisa– mente los que confían más en poderes que surgen por vo– tos individuales que surgen de las masas popu lares, valien– do, lo mismo el voto de un ignorante que el del Rector de la Universidad . Este pueblo y los partidos son respeta– bles: no lo es el verdadero pueblo. El pueblo autént ico y los Municipios han llevado una ac tuación sorda, constante y recia en defensa de su perso– nalidad. Respecto de es to y por no referirme a mi país, vasco, hay un hecho culminante en la Historia de España; culminante, porque dió mártires a la auténtica democracia : me refiero a la reacción de los Comuneros de Castilla con– tra el imperia lismo de Carlos I (V de Alemania) . Los defensores de las Comunidades (de las ciudades y Municipios) pedían entre otras cosas que se redujesen los gastos; que se envjasen a las Cortes tres representantes por cada ciudad (por el clero, por la nobleza y por el pueblo); que los cargos públicos se diesen a los del país; que los procuradores en Cortes no pudiesen recibir dádivas; que las magistraturas se d iesen a hombres experimentados y no a jóvenes; que, al cesar los alcaldes, fuesen éstos residen– ciados; así como otros que ejerciesen cargos públicos; quQ no se tratas e como esclavos a los indios; que a las cargas vecinales y a los repartimientos. contribuyesen por igual altos y bajos; que no ejerciesen los eclesiásticos cier tas ju– risdiciones civiles. Las tendencias democráticas de los Comuneros hicie– ron que los nobles recelasen, v estos se adhirieron al Em– oerador; los cinco dir igentes de la reunión popular, en tre los que estaba el Obispo Acuña, pagaron con su cabeza, su democracia. Mas para que no se diga aue el tesón con que defen – dieron la causa de las Comunidades hasta subir al cadalso con augusta serenidad. fué virtud de los dirigentes, bien pronto tenemos otro ejemplo de firmeza del pueblo. Por el régimen privativo de Navarra donde escribo es– tos capítulos, las pequeñas aldeas tan diminutas que algu- 254

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