BCC00657-6-1100000000000000000410

Otro abuso es la arbitrariedad en los precios de inqui– linato. En las viviendas lujosas y costosas que al constructor se le permita, no se le discuten los precios; se los discutirán los que quieran ocuparlas : estamos fuera de las exigencias de la necesidad. En las viviendas de tipo medio, únicamente serán conte– nidas las exageradas pretensiones del dueño, la evidente injusticia y prevalencia. En las viviendas que proporcionalmente le toque cons– truir a cada uno de los que construyen, para familias que viven del trabajo modestame nte o de familias necesitadas a que asiste el Municip io, el precio del inquilinato no ha de exceder de Jo soportable a cada familia según el coste de la vida, pues suponemos que cada familia dispone de lo suficiente . Si ese precio, en la suma de alquileres, no llega a dar el interés social del capital en que la casa se valora (o sea. de lo que costó con raciona l administración, habida ra– zón de la sobre-valoración o devaluación de la moneda), el Municipio completa el pago del alquiler, o construye por su cuenta viviendas, gravando en justicia a los constructores dispensados de contruir baratas: los economistas harán los cálculos. Se trata de viviendas para los que tienen derecho de vecindad; o sea, de los derechos de la necesidad inculpable. Otro abuso es la arbitrariedad en la emigración e in– migración. Cada uno de los Municipios es hoy, en muchos países, una casa sin puertas: se entra en ella sin preguntar si caben más o no caben, y sin alegar derecho: voy a Barcelona y ... a Barcelona voy. El Municipio con su personalidad averiada, no puede defenderse de las bandadas de miserables que cada año se le vienen, de países a veces de rico suelo y de ricos vecinos; o se trata de personas que salen de su pueblo por– que su pueblo las repudia. Si el determ inante de la emigra– ción es la pobreza del país, eso tiene otros remedios de que nos hemos ocupado en capítu los precedentes; todo menos cargar sobre algunas ciudades, el peso de todos los misera– bles que quieran afluir, los cuales hallan un acogimiento de cari dad que sería caridad si no fuese injusticia, agravando a la Comunidad con un peso que el compasivo no lo ha de llevar a fin de cuentas . Y ocurre que muchísimos miserables llegan a situarse con firmeza en el lugar de inmig ración con casa y con tra– ba jo de que carecen los vecinos, ~44

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz