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no han de desaparecer, perseverarán, como es claro, en su i:ersonalida~. robustecida y respaldada en la Fede ración y Confederac1on; y en esa personalidad se implica la de ca– da una de las familias vecinas. Si las aldeas desaparecen en la obra colosal, los veci– nos todos de todos los Municipios, consti tuyen a estos efec– tos, una colectiv idad sujeto de derechos que se refugia al abrigo de la Federación y Confederación. En efecto, no desapareciendo los derechos, no desaparecen los sujetos de derecho; y como todos esos vecinos, sujetos de derechos, tienen intereses de la misma especie en colisión con un adversar~o único de todos, ya por· esto solo, surge, objetiva– mente una comunidad; por otra parte cuando una entidad moral (como es el Municipio) desaparece, le sustituya la entidad inmediatamente superior en el mismo orden, y a la que aquella estaba subordinada, salvándose en la nueva situación, cuanto puede salvarse de la fenecida. De modo que, en el caso nuestro, no se pued e decir aquello de que «muerto el perro se acabó la rabia». Siendo esto así ¿qué falta hace la compra de terr enos y casas? Estos b:enes sufren una distinta aplicación pero no cambian de dueño; los vecinos pertenecen esencialmente a la empresa o sociedad explotadora con unos bienes que son su capital; con una prelación para todos los beneficios y derechos, indiscutible, debiéndose salvar sus interes es en toda adversa contingencia ante todo; con intervención efi– caz que responda a su privilegiado derecho en la adm inis– tración de la sociedad o empresa. Y en los gastos del perío – do antecedente a la normalidad de rendimientos que se preveían y se deseaban, han de incl uirse los de la decorosa subsistencia de las familias vecinas. Y si los vecinos prefieren trabajar en la empresa, ha– brán de ser preferidos los capacitados y para lo que estén cap;1citados, a todo otro trabajador, siendo entonces capita– listas y trabajad or es al mismo tiempo; y si en ello resulta una posición muy ventajosa, bien lo merecen las abdica – ciones y agitaci ones con que han tenido que apechugar. Y es la Confedera ción la que ha de valorar los bienes en su valorar en sí y en el relativo, como recursos que eran de sufi– ciente subsistencia ; y es también la Confederación la que ha de fiscalizar y resolver cuando los vecinos o sus delega – dos pueden ser engañados, arrollados o víctimas de i,ncon– sideraciones; impidiendo que figuren en la empresa mas ca - 237
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