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Este cap ital si está comprometido en la empresa misma a riesgo de su fracaso, no altera la aplicación del principio general; para la participación que ha de dar al trabajo, no es necesario que el dueño de la empresa no tenga en e lla capital ajeno; él sabe en qué cond iciones ha recib ido ese dinero; y de la prosperidad de la empresa no se juzga po r las obligaciones contraídas con los imponentes; si va cum – pliendo norma lmente sus compromis os, no se en juicia de la prosperidad, ponderándolos : el dueño se adjudica e l in– terés social del cap;tal coloca do en su empre sa . Mas puede ocurri r que e l dueño de la explotación (de vitalidad y pujanza ) tenga el gravamen de préstamos de vo– lumen, que tiene que devolver en determinadas condiciones . La empresa tiene que redimirse de ese gravamen; ella es un imp crtante factor de prosperida d general y ocupa, tal vez a centenares de trabajadores , o, a cierto número de em– pleados ; merece ccns ideración. Es justo que se le exima de dar particip ació n de sus be– neficios al traba jo, limitá ndose a darla a sus servidores, se– gún la norma establecida, o sea, en el tanto por ciento de lo que le correspondería dar al trabajo, si esa participación comprome te la marcha firme de la explotación, o en lo que la comprometa. Mas en esos casos, la cantidad de que se le exime debe ap licarse a la redención de la explotación . Caso distinto es, cuando el préstamo no se ha necesi– tado para la explotación crea da, sino para ampliarla; a no se r que la ampliación no se acometa simplemente por aumentar gananc ias sino como necesaria para dar estabilidad y firmeza a la existente. Hay empresas a las que procede se les exi ja dar mayor p:u ticipación al trabajo que la que impone el principio ge– neral: tales son cier tos es table cimi entos que son para satis– facciones supérfluas y nocivas, ciertas explotaciones que ob – t:enen muchas ganancias y se nutren del dinero de las mu– chedumbres y de los de las clases humildes. J98