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es problema que deben resolver los economistas;. pero a las autoridades sociales pertenece que, en esa penuna no haya privi legiados que pueden pagar mucho porque mucho tienen, yendo a ellos lo que debe ir a todos, con irritantes ~esigual– dades; y que ante todo se atienda a la mayor necesidad. El sufrimiento cuando es de todos espolea para halla, remedio; cuando es de las clases humildes solamente, no inquieta tanto a los Gobiernos, los cuales, por desgracia, no siempre revelan solicitudes paternales, en un ambiente que no es democrático, sino de dominación y de interés por la prosperidad de entidades abstractas . ¿Cuál es, en lo que se refiere a los precios, la posición del solidarismo? En lo social el Solidarismo mira a Ia justicia, y a Ia liber– tad en cuanto compatible con la jus ticia. A priori y prescindiendo, todavía de lo que puedan imponer los derechos de la necesidad, hay que respetar la libertad del que posee, en el uso de lo que posee; melior est conditio possidentis, dicen los juristas. Por tanto el Solida– rismo se declara por la libertad de enajenar lo que cada cual posee en frutos y productos, y de enajenarlo en las condi– ciones que quiera; es decir, se declara por Ia libertad de lQs precios. Ahora bien; los productos o las cosas pueden ser no necesarios sino de lujo o de satisfacciones superfluas; y pue – den ser simplemente necesarios para la vida y para su des– envolvimiento en todos los aspectos; o pueden ser de primera necesidad o absolutamente necesarios para vivir, como ciertos alimentos y ciertas telas, etc. Por lo que se refiere a las cosas no necesarias, se respeta la libertad de los precios; los que las han de vender, que luchen entre ellos, y los que las han de comprar, si las com– pran es que Jes conviene, aunque las paguen caras . Se trata, pues, de los productos o cosas necesarias y de las de primera necesidad . Nada más contrario a la doctrina y criterios del Solida– rismo que el cesarismo de los que se reservan y almacenan las cosas necesarias a todos sustrayéndolas a sus destinos, o el de los que, apoderándose de una clase de productos y sin contradictores, imponen precios y calidad explotando la nece– sidad de sus vecinos. Ya veremos en uno de los capítulos siguientes, que el )50

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