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CAPITULO 5. 0 DEL DEBER Y DERECHO A TRABAJAR Y DE LA OBLIGACION CORRELATIVA EN LA COMUNIDAD DE AYUDAR AL TRABAJADOR A EJERCITAR ESE DERECHO Todos los que pueden trabajar tienen el deber de tra– bajar. El trabajo no es un castigo; antes de que hubiese sobre – venido la prevaricación de la humanidad en Adá n, Dios, co– mo se le e en el Gé nesis, puso al hombre en la tierra para trabajarla; el hombre recib ió facultades y deb e ejercitarlas en actividades div ersas que se llaman trabajo. El trabajo co– mo tal no es castigo; es castigo el dolor con que. despu és de aquella rebeldía, se ejecuta , y la contingencia de su infe– cundida d; pero es un castigo medicina l, porque el trabajo y el sacrificio que puede implicar , es regeneración, redención y purificación y ejerci cio de virtudes de sublime belleza mo– ral v. gr. el trabajo del padre para sos tener a su esposa e hijos. el trabajo del pobre para vivir y reconocer y amar a Dios; el trabajo del rico para asistir al pobre; por lo cual es– cribió el . Apóstol San Pablo, en su epístola a los de Efeso: ~el que hurtaba ya no hurte, antes bien traba je para que ten – ga de donde dar al que padece necesidad ». En el régimen solidarista los que no necesitan trabajar para vivir se adscriben a uno de los centros sociales para p rest ar en las oficinas de los organismos gratuítamente ser– vicios que exoneran a las autoridades sociales, y de suerte que esa cooperación no sea gra vosa sine fácil y ligera. Y es que en una situación socia l ego ística y utilitarista, el que no necesita trabajar para vivir está en una ociosidad que es un suicidio, porque es enervante y ocasión de vi- 133
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