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que los otros proporciona lmente, es muchísi mo más lo que te re3ervas y no tienes motivo racional de lamentarte; sola– mente fOr un egoísmo menstruoso puede dclerte una coope– ración tan de justicia, en un me dio en el que te hallas tan favorecido . Y eso de qu e es difícil averiguar la situación económin de cada familia~pcdrá ser verdad cuando es el Estado el que dir ec tamente interviene, informándose , en fuerza de certifi– cados, que ya se sabe que valor pueden ten er en muchísi – mos casos; pero do nde los vecinos están interesados en que no haya abusos y ocultaciones, y donde todo se ha ce a la luz del día y se resue lve no en las alturas, y lejan ías sino entre vecinos. la información no es difícil y téngase en cuen– ta que no se puede pretender ni hace falta en estas cosas exactitud matemática; cabe establecer una esca la de prospe– ridad y una clasificación en secciones. con el tan to por cien– to que correspo nd a en la contrib ución a los de cada sección . Y decir que esta organización de asist encia es utópica y que será repudiada, es insigne necedad . Esta ley será la que más fácilmente cree la cos tumbre, porque es human ísima y se han de palpar sus beneficios . ¿No es durísimo el reclutamiento forzoso en el ejército, de mozos que son arrancados al trabajo y a la familia en la más crítica edad?, y sin embargo se cumple . ¿Y qué exac– ciones tan onerosas no exige el Estado?, y se cumplen: dándose un dinero que no se sabe como se emplea . La asistencia de las familias a las familias está en la tradición de los pueblos que se han conservado más incon– taminados. Y es tcs criterios y leyes del régimen solida ris ta no son nuev os sino muy viejos y muy autorizados. Véase la legislación de Moisés en el Pentat euco , que. aunque acomodada a las condic ione s del pueb lo hebreo, ofrece los mismos criterios y el mismo espíritu que los del régimen solidaris ta; ha sido el paganismo el que impuso el feroz individua lismo; y lo sostie nen hoy el paganismo y el cris tianismo p3ganizante . Hace 3.500 años próximamente se estableció en el Deu– teronomio (quin to libr o del Pentateuco) . «Absolutamente no habrá entre vosotros ningún menes– teroso ni mendigo» (cap:tulo XV) . En el mismo capít ulo se lee: . No fallarán pob res en la tierra de tu habitaci ón; por lo 122

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