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EL FAROLO:S So da, sino alegre en sus últimos momentos, no pud ieron ménos de decirle la causa de su asom– bro . «; 1~y ! contestó ella , si en lugar de pasar las noches en el casino rezarnn ustedes el Santo Rosario, como yo lo he rezado toda mi ,·ida. verian ustedes la confianza con que se ve:llegar este trance. ;Cuántas veces habré dicho yo d alwra J' ,·11 l,r /{(1;-a .' y la Virgen Santisima no falta á In cita 1 >' \' nlllrió como un .ingel. -¿ Pero eso es verdad, D. %acarías? - Puedo nombrar á Y . b persona ( 1) . - La vida t iene su lacio ser io , muy serio .- conti nuó el Sacerdote, y por nuestra miserable flaqueza pensamos harto m,ü á menudo en ju– ga r y bailar que ... -Hace V . buen misionero, D. 1/.acanas. - Y pide para su erm ita, - clijo una sei10ra. -¡ Pido la palabra~ - exclamó la :;;ei1orade la casa, que hacia rato guardaba silenc io. Un rumor de satisfaccion recorrió las filas de la tertulia. -A noche mismo se apuraban ustedes por no saber qué dest ino dar a l dinero ele la hucha ... -La de las ga nancias de l tresillo, es verdad. - Pues bien: propongo á la respetable asam blea, que la suma recogida sea entregada á los devotos del Santo Rosa rio.
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