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EL F:\~OLON S5 -~Y fué ,·.? - Como dice el refran: - que el que algo quiere, algo le cuesta, " yo comencé a Yenir. Cua ndo vine ocho días seguidos, ya no me se hac ia cuesta arriba ;;eguir viniendo. Pero yo quería mi chaleco. y la Virgen me quería a m1. Yo no sé cómo me Jo barrunté, que un dia le dije á la Vírgen, durante el Rosario: \'1rgen Sa nt ísima, si me querci,- para devoto, que pa– rezca mi chakco: y si no, hasta d dia del Ro– sa rio vendré, y de allá no paso. -¿ Y pareció? - Aquella noche, al acabar, me dijeron aqu1 mismo que lo ckbia tener Pimentones. l;ui al d ia sigu ient e, y efectivamente, lo tenia: miré los botones, que seguían si11 /l/1,·,·d,í: le pagué el doble, y cáteme V. con mi juslillo más conten– to que una Pascua. Desde cntónces no dejo yo el Rosario, así caigan capuchinos de bronce. Pero lo q uc no dijo el honrado Chaleco . y nosotros sabemos ele buena tinta, es que la mi– tad del tesoro, envuelto en aqudla prenda de vestir, se lo dió reservadamente al tío Bendito para la luminaria del Santo Rosario. Despicliéronse D. Zacarías y los <los caballe– ros que le acompal'iaban, y miéntras ellos mar· chaban haciendo comentar ios sob re la devocion de aquellos honradísimos labradores, la aclmi-
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