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U . 1°,,ROLO)s .-\s1 llegué á tener casi todo el chaleco con bo– tones de oro! -¡Si lo hubiera sabido la tia l\fatea! -Estaba yo mlly contento de mi talen tazo, cuando hete aqu1 que á la mujer se le ocurre vender como deshecho mi justillo éi. la ,·endc– dora de viejo que ~e pone en la reja de Santa Ana. Siete sueldos k pagó la mujer, y ella me ki vino á contar tan contenta. Se11ores. com iendo estábamos, y casi me ahogué con uua alubia. Y V. ¿qué hizo? --Fué la primera vez que solté un ternoclelan– te de mi mujer, que ~e puso a temblar al ,·cnn c verde de coraje. La dij(; que, si no ~e quitaba ele delt111te,hacia un d1,111dr/(11), que al chale co le tenia yo mucha ley . por ser reliquia de familia, y que si 110 lo encontraba para la hora de ce– nar, aunque fuese pagando doble, se había de acordar del sa nt o de aquel dia. ; Y lo encontró? - Ni q ue e l infierno se lo hubicm trngaclo 110 podia es ta r más perdido. La vendedora lo ha – bia vendido, r no se acordaba a quién. ;\li mu– je r lloraba y me pedia pcrdon, y alegaba (]lit: el chaleco estaba mur raído y no ,·alia nada. Pero, c ristianos, :r ahora se puede decir, como

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