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78 J::L P.\i"' DE LA GRACIA - ¡ Satanas debía ser! - De fijo, porque ro, que en aquel tiempo paraba con la mano un carro-mato, empecé a darle vueltas al asunto, echando el alma por la boca y con los ojos como capazos, como si me hubiera caido encima la torre de Santa :\lana. Volví á casa sin haber probad o la mer ienda, y con la cara más blanca que el papel. La Virgen bendita hizo que me encontra:-e de manos á boca con Fray Juanico. -Ben ito, tu estás malo. t\o, sc1ior. - ¿Se te ha helado la planta de pimiento; ¡Si no fuera más que eso! - En fin, que !e conté lo que me pasaba. i\Iil años que viviera recordaría letra por letra lo que me dijo. Rcnito, tu padeces un resfriado en el alma, as1 me dijo. Si esto siguie ra, creo que moririas ... en la hor ca, co n el ge nio que tú tiene s . Afo rtu – nadamente este encuentro e;; la primera amo– nc<;tacion que te cnvia la Virgen Sant1sima. Ve c»ta noche al Rosari o, y no vu elvas á olv idar la misa de la-; mafianas . Cristianos, cuando me separé del frailecico, ya era ro otro hombre; cuando volvl del Ro:,;ario á mi casa, ha sta el perro Palomo me adivinó la satisfaccion , y se puso á bailar. Como las mujeres todo lo arreglan con glá– rimas, la mia rompió á llorar, y al lado de la lampara de Santa .\na, que tenia ence ndida,

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