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EL FAROLO:S- i3 ¡Cómo no han de vivir y morir felices y re– sig nado s en su pobreza esos benditos hijos de la religiosa Espaila ! Apenas pasaba el devoto cortejo, 01asc de las ventanas tal cual, dtisl! misterioso, que era generoso llamami ento al mocete de la capa . ¡Con capa y en verano, cuando se asaban en el aire los pajarillosl - cxc larna rá alguno. La ex· plicacion es, sin embargo, t an ingeniosa como sen cilla . Para soste ner el modesto gasto de 111- ces y demás á que esta de,·ocion da lugar, se necesita alguna limosna. l~s preciso, pues, pe– dir , como dice el muchacho ¡para la !umi11arin. dd Santísimo Rosario.' Mas si pedir es iácil, ¿ cómo recoge r de noche las dádivas de gentes, q11c arrojan el dinero desde los balcones y ventanas? Aq111 la ag11da inve ncio n de la capa, que hace la fdicidad de los rapa ces. El que logra arma rse con la capa susodicha (que entr e paréntesis tiene más aguje– ros y remiendos que la famosa tkl c.:studianle), se la planta , y de seguro le arrastra un palmo, porque para chicos es crcccdcm. Bien arropado en ella nue str o mocete, siempre corriendo de un lado á otro del Rosario, metiéndose po r las tiendas y cal lejuelas, con el ojo listo parn mirar aba jo y arrib a, con un palmo de orejas para divisar cuándo la moneda cae luera de la capa,

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