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EL PAÍS DE LA GRA CIA piarás el alma tiznada pa que no arda por siem – pre jamas amen ' ! -Verdad, verdad . -Ello es, que d Padr e le hizo meditar aquellos dias en sus pecados , en el infierno, en lo que padecieron por nosotros Cristo y su Santísima :\ladre, y en el mal pago que les damos ... Y á :.Iala-lengua le ent ró una mur – ria contra su mi ,;ma brutalidad, que hasta en– tónces no habia considerado, que no paraba de pedi r perdon á Dios y á su San_t1sima i\Ia– dre por :,u falta de sentío ) su infame costum – bre . La fortuna que é l, en medio de todo, era hombre ele tcson, y prometió, pa ponerse u1 cura, no soltar jamas una blasfemia, y ayu – nar á pa n y agua cada vez que se le fuere la mala lengua ... - ¡Se conresa ria ! - Eso por sab ido se calla; y á los pocos dias, porque el Padre se empeñó co n el J uez , sa lió de la cárcel bend icie nd o el dia que hab¡a entra– do en ella, hecho un co rdero, y diciendo á todo el que le q uer ia oir, que el hombre que suelta una blasfemia merece que le arran que n la len – gua, y que le desuelle n vivo; pero que los más de los blasfemos son como los judíos que cruci – ficaron á Cr isto, que no saben lo grave de la barbaridad que cometen.
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