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EL PAÍS DE LA GRACIA interrump10 á esta sazon uno de los oyentes. -Todos ustedes lo conocen,-continuó Tí– buron. Pues voy al caso. Cuando el pobre se víó á la sombra, y meditó en la barbaridad que babia hecho, (porque es claro ..:;ue estas cosas se suelen hacer por gala y mala costumbre, y por mor de echarlas de plancheta), ;\Iala.Jengua mandó llamar al Padre, y muy sumiso, le pidió perdon de rodillas; que al fin y a l cabo, él no era malo ... mal o en el fondo, que digamos. - ¡ :\le alegro, ·-exclamó en este momento muy conmovido Tabardillo, con asombro de los que le escuchaban! Yo lo mismo digo una cosa que otra, aiiadió. Co n Dios no hay que gastar bromas, y si habia hecho mal hizo bi en en decirlo. Tocios se sonrieron al oir esta salida inespe– rada del terribl e Tabardillo. - ¡ Cabal! asintió Tiburon,- continuando su narracion. Pero no se figman ustedes cómo vino á pagar su pecado l\lala-lengua . -Le sacar ian la multa. - Era un pobre pescador que no tenia más que sus remos naturales, observó Tiburon. - ¡Le darían una buena paliza! - Le echarían á presidio. - Nada de eso y más que eso,-prosiguió el marino. E l juez ya quería hacer una nombrada,

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