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EL PAÍS DE LA •,RACIA y de esta manera, en pocos minutos, sin rui – dos, ni juramentos, ni escándalos, ni ofensas de Dios, el carro salió como una pluma del atas– cadero . -¡ Ave }[aria Purísima 1 -exclamó con bue – na sombra Tiburon, cuando el carro echó á correr, como para desinfectar la atmósfera en – venenada por las recientes blasfemias . -¡ Sin pecado concebida [- cont estaron son– riendo y sacudiéndose las manos manchadas de barro, los que habian contribuido á la faena. Pero aquí del apu ro de Tabardillo. Compren – día bic::nel muy cerril que debia ag radecer de ~lguna manera el servicio que tan ge nerosa – mente y tan contra su grado le aca baban de prestar, pero le daba cortedad convidará Tibu – ron, porque aquel hombre parecía superior á los demás. Pa ró, pues, el carro frente á la taberna, en lo alto de la cuesta, y esperó á sus bie nhecho– res, que afectuosamente vcnia n hablando con Tiburon.

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