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~IALA·LE::-;GUA ¡Capote l ¡Ya está V . apechugando con una rueda! ¡ Y apriete fuerte, que lo mismo hare– mos aquí! Y como Tabardillo Jo mirase vaci!:l!ldo: - Vamos pronto, ¡cacharro! - gritó resuelta– mente el recien venido, que yo no digo las co– sas dos veces. Tabardillo, estupefacto, dejó asomar todav1a un gesto de mal humor, porque era díscolo y mal templado para sufrir imposiciones ele na– die. Pero al ver que varios de los circunstantes, obedeciendo á una simple seüal del que acaba– ba de hablar, se disponían dócilmente á ayudar, creyó que sin duda era alguna digna autoridad, y sin chistar más palab ra se abrazó á la rueda. -¡Suelta tú la galga, zagal, que e~torba !– exdamó entónces el protagon ista de aque lla esce na, á quien sus conocidos designaban res– petuosamente con el nombre de sefior Tiburon . Tiburon, se llamaba, en cícero, un honrado marino que gozaba g·ran prestigio entre la gen– te del pueblo, porque á una vida honradísima, unia el ser muy campechano, muy complac ien– te, muy decidor, muy bravo, y como dice el Evange lio, hombre de buena voluntad . Bajo su direccion int eligente, todos á una empuja ron con ahinco, mientras el pobre zagal hacia que las mulas cumpliesen con su deber,
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