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EL PAÍS DE LA GRACIA -Lo mismo hubiera sido que fuera un mi– llon,-obsen·ó modestam ente :\Iillan yendo a tomar l&puerta. --::fo se marche\". señor . -exclamó el bor– delés, visiblemente impresionado. Tengo con usted una gran deuda. Hágame el fa \·or de rec i · bir esta pequeña gratificacion . Y alargólc dos billetes de veinte duros cada uno. :\lillan retrocedió entre corrido y airado, y con brusquedad sublime n~spondió altivo: -Seño r 1,msifr) usted nada me debe, y entre los hombres de mi ropa, no se estila recibir di – nero por dejar de ser ladron. _ \demas, sepa us– ted, añad ió con acento mas vibrante, que si al– gun dia tuviera que pedir una limosna, ántes permitiría morirme de hambre que recibirla de ge nte que pone su lengua malvada en la bendi– ta Madre de Dios. Y salió de la fonda dl:jando estupefactos á los dos viajantes. En honor del caballero fran– cés, hemos de declarar, s in embargo, que de – plorando sinceramente su ligereza de la víspera, admiraba la conducta de :\Tillan, y buscaba un medi o de manifestarle su agradecimiento. La señora de uno de sus corresponsa les que se enteró del caso, le sugirió , como buena cri~ – tiana y conocedora del país, la solucion más delicada.
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